Aila

To die, to sleep --
To sleep, perchance to dream, ay there's the rub,
For in that sleep of death what dreams may come
When we have shuffled off this mortal coil,
Must give us pause; there's the respect
That makes calamity of so long life

WILLIAM SHAKESPEARE
Hamlet


I.
Se sentía extraña, desorientada, como si todo estuviese de cabeza. Trató de enfocar sus pensamientos pero no pudo. Solo sabía que estaba echada en la cama, con el rostro apoyado sobre la almohada y envuelta hasta el cuello con una delgada sabana.
¿Debía levantarse? ¡De ninguna forma! Por más extraña que se sintiera, todo estaba en calma.
Una sonrisa se dibujó en sus labios. Era el producto de un descanso perfecto. A su vez, sentía como el tiempo pasaba sin que le importase.
Así, sumergida en un ligero sueño, imágenes de todo tipo iban y venían por su mente. Pero de vez en cuando regresaba la conciencia. Recordaba que ya era de día y eso la llenaba de una agradable sensación de placer que la volvía a dormir.
No había como quedarse en cama y no hacer nada.
Empero, había algo que la molestaba. ¿Acaso era su sentido de responsabilidad adquirido en la universidad? No, no era eso. Se podría decir que estaba de vacaciones.
¿Entonces, que andaba mal?
Media dormida, busco en las imágenes aleatorias que navegaba alguna respuesta, pero solo hallaba una vaga sensación. Algo que estaba mal.
¿Qué era?
Se concentró para tratar de hallar el problema, pero la eludía, solo lograba sentir una creciente angustia.
Bueno, eso era algo. Estaba angustiada. No sabia de que exactamente, pero la preocupación estaba ahí.
¿Había dejado algo pendiente?
No.
¿Se había olvidado de algo?
No.
¿O si?
Si. Era algo que le faltaba.
¿Qué era?
El tiempo pasaba y la sensación se volvía insoportable. Quería correr, llorar, alejarse pero no podía. Ya era tarde para huir.
Trató de afrontarlo pero fue inútil, era mucho para ella. Comenzó a retorcerse, intentado ocultarse dentro de si misma.
Se sentía agobiada. Solo quería morir.


II.
Abrió los ojos.
La luz del sol bañaba la habitación con un aire angelical. Hacia que el ambiente tuviese una tranquilidad casi atemporal.
Pero ahora que estaba despierta se sentía confundida.
¿Que había pasado?
No recordaba el sueño, pero la sensación que tenía era que había experimentado emociones muy intensas.
Y por cierto, ¿dónde estaba?
Pero el orden del Flujo siempre esta ahí. Solo basta ser consciente de su existencia para que se vuelva a sentir. Aún en los momentos en que la incertidumbre atrapa la mente de sus usuarios.
Solo bastó un parpadeo saber donde estaba y quien era ella realmente.
¿Ella?
Sí, era una mujer nuevamente. Una mujer con nombre propio y que no usaba desde que había entrado al Flujo: Aila.
Había pasado tanto tiempo en el Flujo que ya no le importaba su sexo. Con tantas las experiencias vividas en el Flujo se sentía más un ente asexual que un ser restringido a los límites de un solo género.
Ella. No le incomodaba ser una mujer nuevamente. Es mas, le gustaba. Se sentía femenina, realmente femenina. Emocionada, se paro encima de la cama para observarse en el espejo que estaba al frente.
Su antiguo yo le gustaba, la hacia sentirse dura.
¿Dura?
-¡Tengo un cuerpo! –exclamó.
Fue tal el descubrimiento que su única reacción fue acercarse al espejo sin percatarse de la sábana. El resultado fue un tropezón y un fuerte golpe con el piso, el cual, por cierto, resultó ser tan duro como ella
Un poco molesta y adolorida, se acercó al espejo con inocente curiosidad.
Quería apreciarse mejor. Ya se había olvidado lo que era tener un cuerpo.
Sin pensarlo dos veces se quitó la ropa. Al verse desnuda se sintió orgullosa de si misma.
Era curioso el cómo estar desconectada del Flujo hacía que la realidad fuese más física, sin los billones de pensamientos que normalmente pasaban por ella o sin ser parte de ellos. Solo existía lo que pasaba por su mente y la presencia del mundo que la rodeaba, un mundo que no podía alterar por más que quisiera.
Se sentía impotente, sin ningún poder, un ser simple y común en el universo.
Ese estado era lo mas cerca a la realidad que los Individuos podían alcanzar. La prueba final antes de pasar a un estado más elevado de la existencia dentro del Flujo.
Ya no era más un dios, era, otra vez, humana, ¡y vaya que si lo estaba disfrutando!
Pero sabía que debía tener cuidado. La falta de estímulos apropiados para un Individuo encerrado en un ambiente como ése podía hacer que su patrón se volviese inestable, y por ende, peligroso para los demás Individuos.
Aila sabía que en el Flujo era el equivalente a una sentencia de muerte.
Se vistió y se echó sobre la cama. Tomó la almohada entre los brazos y la apretó.
Al principio había tenido dudas sobre tomar la prueba. Sin embargo, tenía que hacerlo. Era parte del proceso, parte de pertenecer al todo que el Flujo representaba, algo que ella realmente ansiaba tras largos siglos como Individuo.
Ella tenía que recordar y sentir lo que una vez fue para poder pasar a un nuevo estado de la existencia. Solo ahí podía enfrentar los miedos de su pasado y, de esa forma, darse cuenta de que estaba lista.
Y no había prueba más rigurosa para un patrón que quitarle los poderes que lo habían convertido en Individuo y volverlo a la misma condición de un ser humano.
Todo era tan diferente, tan cerrado. Ya no era una conciencia en un mar de pensamiento. Ya no existía esa sensación que le brindaba la inexistencia del tiempo; ni siquiera sentía las otras miles de millones de personas que se entremezclaban con ella y viceversa, alimentándose cada una del pensamiento de la otra.
“Hoy soy una mujer de carne y hueso”, pensó, y se pellizcó el brazo para asegurarse.
Sin embargo, ahora que estaba echada de nuevo, recordó esa extraña sensación que sintió al despertarse. Era como si hubiese pasado por una mezcla de angustia con ansiedad.
No tenía porqué sentirlos. Sabía lo que significaban y en su esquema existencial no tenían sentido.
Quizá solo era una alteración normal en el patrón, nada por lo cual preocuparse; un efecto común producido por la falta de estímulos en los sentidos del Individuo.
Suspiró. Sí existía una respuesta, la sabría en su momento.
Estuvo echada un rato más, pensando, pero al ver que se estaba quedando dormid, salió de la cama y entró al baño. Si mal no recordaba, no había nada como una buena ducha para despertarse.
Empero, no paso mucho rato para que regresara al cuarto, riéndose, y es que sin darse cuenta se había llevado la almohada adentro.
Haciendo gala de sus habilidades, tiró la almohada sobre la cama, un trato que pareció no gustarle a la almohada. En una señal de claro desafío decidió rebotar lo suficiente para terminar en el piso con el único propósito de molestar a su dueña.
-Sí, claro, como si la almohada pudiera hacer eso –murmuró.
Se desvistió con delicadeza y acomodó la ropa sobre una repisa. Entró a la ducha y se quedo ahí, inmóvil.
¿Agua caliente o agua fría?
Una ducha helada la despertaría por completo y la refrescaría para un día de sol como ese. Pero el agua caliente también era una delicia. No había nada que se comparase a sentir el calor fluir por la piel a la vez que el vapor subía entre las piernas y la espalda.
“En el día perfecto,” recordó,”hace sol durante el día y en la noche el frió necesario para que te abriguen con cariño”.
Así quedó decidido. La ducha caliente tendría que esperar a la noche.
Las palabras “el día perfecto” aun resonaban en su mente cuando un chorro de agua fría le golpeó el rostro, provocándole un ligero salto. Tras la sacudida inicial llegó la costumbre, sintiendo como el agua que se deslizaba por su cuerpo.
Sensaciones encontradas pugnaban por un sitio en su mente.
“Siento, luego existo,” pensó.
Con el jabón en la mano, esparció la perfumada espuma. Tras el primer remojo se lavó el pelo hasta que estuvo satisfecha con el resultado. Cerró el agua y salió.
Si con ese baño no terminaba de despertarse, era mejor que se fuese a dormir de nuevo.
Pero no fue así. Se sentía viva y alerta. Se secó lo mejor que pudo, salió del baño y comenzó a buscar entre su ropa para ver que se ponía.
Si la decisión del agua fue difícil, esta iba a ser una tarea titánica. Después de un par de horas se decidió por un pantalón corto y una blusa, la ropa ideal para un día de verano.
Indecisa, se detuvo ante la puerta. Sabía que al salir, era posible que miles de recuerdos y emociones se manifestaran de golpe, abrumando su limitado cerebro.
Respiró profundamente y salió caminando lentamente, observando cada rincón de su antiguo hogar. Conforme avanzaba se fue dando cuenta que poco era lo que recordaba, a lo más retazos de eventos e imágenes fugaces que no tenían ningún sentido.
Suspiró y siguió avanzando, examinando cada habitación.
Después de una hora se sentía algo desilusionada al ver lo poco que recordaba. No podía establecer una relación entre su juventud y la simulación de su antigua casa.
Por más que se esforzaba solo recordaba los hechos de la primera parte de su vida más no recuerdos detallados de ella.
Quizá había vivido y pasado mucho tiempo en el Flujo y ya se encontraba realmente lista para convertirse en un Vínculo.
Quizá.
Pero entonces, ¿por qué esa creciente sensación, mezcla de ansiedad y angustia por no ser capaz de recordar?
Sabía que había pasado los primeros veinte y cinco años de su vida en esa casa, tras lo cual se fue al extranjero a estudiar su postgrado. Regresó, se casó con un tipo del cual solo recordaba algunos datos pero nada más.
Siete años después se encontraba divorciada, sin hijos y viviendo en un país con una creciente agitación social producto de una situación económica que cada día se hacía más insostenible.
Sentada en un sillón de cuero recordó algo más de aquellos días. Las revueltas, huelgas, saqueos, los militares saliendo a poner el orden y los problemas de desabastecimiento.
Recordó cómo su familia, preocupada ante tales hechos, emigró a los Estados Unidos de América y se establecieron en Chicago. En cambio, ella, terminó en California.
El ataque bioterrorista a Chicago y la muerte de su familia vinieron poco después. Recordó el funeral, pero aún los veía como imágenes de una película y no de su propia vida.
¿Acaso se había vuelto inmune a los horrores del pasado?
Resignada, se paró y fue a la cocina buscando algo que comer. Hacia mucho tiempo que no comía algo que se sintiese material. No el alimento simulado del Flujo, el cual solo buscaba acallar vestigios de un cerebro primitivo.
¿Notaría la diferencia?
Nadie había podido probar que el universo tangible del exterior no fuese una simulación más compleja que la proporcionada por el Flujo. Es más, sabía que existía un grupo de gente en el exterior que buscaba encontrar el lenguaje de programación del universo.
Se hacían llamar los Dicoms y su meta era alcanzar el estatus de dios. Para ellos el Flujo era una abominación en el proceso evolutivo humano, una desviación de lo que una vez fue un experimento de laboratorio.
En tres ocasiones habían tratado de destruirlo, pero no lo habían logrado.
Mientras recordaba esos hechos, se sirvió cereal con leche y azúcar.
¿Y si se preparaba algo mas complejo? Después de todo, era un evento especial, ¡era su prueba de ascensión!
Tras buscar por varios minutos, solo encontró un sentimiento de flojera que crecía conforme veía cada vez más y más latas y cajas.
Desconvencida, cerró la refrigeradora y siguió comiendo mientras recordaba la infinidad de veces que había visto o estado dentro de realidades en donde la gente no hacía otra cosa más que comer.
Ella participaba de vez en cuando buscando acallar los recuerdos de la comida real, pero no pasaba mucho tiempo para que se cansara o se asqueara. Era curioso, pero había gente que desde que estaba en el Flujo no hacia otra cosa que ir de una realidad a otra buscando siempre lo mismo: comer, comer sin parar.
"Pero no es culpa de ellos", solía decir el Flujo. "Su adicción es producto de un consumismo desmesurado. Por eso están aquí, en el Flujo uno es libre de hacer lo que quiera. Aquí viven en paz. Allá afuera ya estarían muertos".
Aila sabia que esa limitación no les permitiría alcanzar el estado de un Vínculo. Siempre serian Individuos.
Ese hecho siempre le incomodó. Casi un noventa por ciento de los Individuos que ingresaban al Flujo mantenían ese estado, no eran capaces de superarse.
¿Seria la manifestación de un problema en el Flujo?
La idea era improbable. El Flujo nunca había tenido un desperfecto.
¿Y que pasaba si no era capaz de detectar la falla?
Esa idea sí le incomodó. Más aún porque no tenía la data disponible para poder corroborar su teoría. Tendría que usar la lógica.
Sabía que el Flujo no dependía de la estabilidad de los patrones. De haber sido así el sistema ya se hubiese venido abajo. Como una dijo un experto: "El Flujo es la pared sobre la cual pintamos. Como la pintura, los hombres y mujeres que se esparzan por él jamás podrán romperlo".
También era cierto que al entrar no se buscaba que los Individuos cambiasen su forma de ser, lo único que se buscaba era que fuesen libres y que ellos viviesen la vida que siempre quisieron.
O las vidas que siempre quisieron.
También sabía que ese era casi el mismo porcentaje de seres humanos que tuvieron que ingresar al Flujo para escapar de la carga de su vida física. Suicidas, condenados a muerte, perseguidos políticos, paralíticos, enfermos mentales de todo tipo, desahuciados, etcétera.
¿Pero qué la hacía especial para estar en el otro diez por ciento?
¿Acaso seria su disposición para ingresar por voluntad propia al Flujo lo que la hacía parte de ese selecto grupo?
El verdadero problema –razonó- era que no entraba suficiente gente cuerda al Flujo.
"Esto se ha convertido en el tacho de basura de la humanidad", pensó Aila.
Los Dicoms tenían razón en algo. Desde cierto punto de vista, el Flujo era una desviación de lo que debió ser: una utopía para la humanidad.
¿Qué había pasado con el crecimiento espiritual y cultural por el cual tanto se había abogado en aquellos años en los cuales el gobierno no daba la autorización para construir el Flujo?
Por lo que recordaba no se había dado. Era como si la vida en el Flujo fuese un juego eterno en el cual la gente, al saberse inmortal, tenía como único deseo el portarse como animales.
Asqueada tras el recuerdo de una mala experiencia, terminó rápidamente de desayunar.
Siguió caminando por la casa de su juventud, evocando algunos recuerdos e imágenes pero nada de sentimientos.
¿Tanto tiempo significó tan poco para ella? ¿O era que su vida en el Flujo le había dado una nueva perspectiva?
Cuarenta minutos después se encontraba en la calle, pensando.
Aún tenía una ultima esperanza, pero se sentía incomoda de utilizarla. Si no lograba evocar su pasado en el siguiente intento, nunca podría ascender.
Sin importar cuanto lo intentaba, Aila no podía recordar la mujer que había sido. Era como si su vida terrenal no hubiese sido más que un viaje minúsculo comparado a sus años en el Flujo.
Por instinto, miró a la izquierda. No venían autos, nunca lo harían en ese mundo vacío.
¿Y su auto? Había sido parte de su vida universitaria. Si lo manejaba de nuevo era probable que eso la ayudara a recordar.
Corrió al garaje y lo encontró ahí, estacionado. Pero al sentarse en él se dio cuenta que no era su antiguo Civic. Sólo era una imitación con una tarjeta de propiedad a nombre suyo.
Se enojó. No podía imaginarse una situación tan ridícula como esa.
Furiosa, salió del auto. Estaba acostumbrada a ser todopoderosa, pero aquí no lo era. Por más que quisiera romper en pedazos la casa y destrozar la ciudad, no podía hacerlo.
Con un grito le dio un puñetazo a la puerta, abollándola ligeramente y causándole un gran dolor en la mano.
Cayo sentada, llorando. Se le estaba escapando la única oportunidad que tenía para dejar atrás sus temores infantiles y trascender más allá de su humanidad.
Sólo le quedaba un lugar más adonde ir, uno que no quería usar. Después de eso, no habría más.
Llena de preguntas y aún sollozando, salió a la calle, con la tarjeta de propiedad en la mano.
Esta vez vio el horror en el que se encontraba. El mundo estaba muerto.
No había seres vivos o nada que se moviese, ni siquiera el viento.
Esa era parte de la prueba de ascensión. Sin embargo, recién ahora entendía el espanto que significaba la soledad absoluta.
¿Que clase de realidad era esa? Ni siquiera habían hormigas en el suelo, hasta las plantas parecían muertas, se veían artificiales. Jamás podría establecer una asociación emocional directa en un sitio como ese. ¿Acaso no lo sabia el Flujo?
El Flujo.
¿Acaso se había equivocado?
Pero si el Flujo no se podía equivocar.
A menos que...
Levantó la cabeza y gritó al cielo.
-¿Qué clase de porquería es esta? ¿Acaso eres tan estúpido que te olvidaste que somos seres sociales? Me has arruinado, ¡y tú lo sabías! Ahora solo tengo un chance y es por tu culpa ¡Desgraciado! ¡Maldito!
Su grito la enfureció más. Tiró al aire la tarjeta de propiedad sin que la hiciera sentir mejor. Se sentó en la mitad de la calle y se echó a llorar.
Segundos después el Flujo le respondió. Tenía que ser así ya que había pasado mucho tiempo como Individuo. Si llegaba a un mundo poblado, habría tenido que interactuar con sus habitantes de la forma antigua, hablando. Una situación como esa podía desestabilizar su patrón.
“Bueno, ahora solo tengo una oportunidad mas para probarme", pensó Aila.
Sabía que en el techo estaba la puerta que la llevaría instantáneamente a San Diego.
Esa puerta la llevaría a su último chance para enfrentar sus demonios.
Estaba asustada.
Ya en el techo vio que no era una puerta, más bien parecía un portal a otro mundo. Le daba miedo, pero era muy tarde para retroceder.
Sin más, entró.


III.
Incapaz de llorar solo daba arcadas mientras gritaba. Era el fin. Después de pasar horas deambulando por San Diego se dio cuenta porque no era capaz de recordar. Su patrón había comenzado a desintegrarse.
No era una prueba de ascensión. Estaba ahí para morir. La habían apartado para que no afectara a los demás.
Le suplicaba al Flujo para que le prestara atención pero no consiguió que le respondiera.
"Después de esto", pensó, "me quitarán la vida. Pasare a ser información y un caso de estudio para los que vengan después de mí."
Temblando, se acerco al malecón y miró al mar.
No dejaría que eso pasara. Por lo menos tendría una muerte digna de un ser humano.
Se quitó la ropa y se metió al mar. Nadaría hasta el final.
Cuatro horas después comenzó a sentir los primeros efectos del agotamiento. Eso era bueno, quería decir que el Flujo le había otorgado una última gracia: el morir por su propia mano.
Ya no sentía miedo, veía su destino como la liberación final. Después de todo, habían vivido miles de vidas.
Iba a terminar su existencia con broche de oro.
Trascurrió una hora mas y no pudo más, así que se quedó quieta, flotando. Se había hecho de noche. Las estrellas brillaban en el firmamento.
Era hermoso. Casi podía sentir como el mundo giraba debajo de ella.
Se sentía feliz. Era hora de irse.
Aila, ser humano, mujer, madre de nadie, respiró por última vez y se dejó hundir en las oscuras aguas del Pacífico.


IV.
Una mezcla de música e imágenes cruzaban su mente. Ya no era más un ser humano. Ni siquiera un Individuo y menos aun un Vínculo. Era un espíritu.
Ante ella, su vida cobraba sentido. Todo era tan obvio. Era él lo que le faltaba. Pero cuando casi pudo sentir su respiración, todo desapareció.
Sintió una fuerte nausea y todo comenzó a dar vueltas. Estaba siendo arrastrada.
Repentinamente, como creada de la nada, apareció dentro del Flujo con sus antiguos poderes y una nueva concepción de las cosas.
Trató de pensar pero no podía. Estaba confundida. Quiso estrecharse y esparcirse, de huir y así sentirse libre de nuevo, pero no pudo.
Ya no era un Individuo. Se había convertido en un Vínculo.
Crecientes cantidades de información estaban pasando a través de ella, cosas que nunca había entendido pero que ahora si cobraban forma.
No tenia sentido.
¿Por qué era un Vínculo?
Su miedo se transformó en un creciente enojo. No tenía lógica que la hubiesen permitido ascender.
Solo podía haber una razón, y era que el Flujo se había equivocado.
Estaba dispuesta a enfrentarse a la máquina recordó porque estaba ahí.
Primero fueron los doctores, siempre los doctores. Incluso hasta el final.
Con sus drogas y tratamientos, ninguno de ellos fue capaz de aliviar su sufrimiento.
Aila estaba a un paso de la muerte pero era incapaz de alcanzarla. Su cuerpo era joven y fuerte.
Luego recordó a Laura, su rostro gentil y como se hizo cargo de ella. Laura era una mujer buena y la única familia que le quedaba.
Laura estaba casada con Dios y Aila estuvo casada con su hermano.
¡Se había vuelto a casar y lo había olvidado!
Ella y él fueron uno, pero tras la muerte de él, Aila se había convertido en la mitad de algo. Un ser incompleto.
Existían tres opciones para Aila. El seguir sufriendo, muerte asistida o el Flujo. Las dos primeras fueron descartadas así que se procedió a realizar la tercera.
Laura borró el pasado que Aila tenia con su hermano, queriéndole dar una nueva vida allá adentro.
El Flujo se había convertido en la respuesta a las plegarias de ambas mujeres, pero ahora se había convertido en la prisión de Aila.
La angustia comenzó a crecer de tal forma que el marco de tiempo en que se desarrollaba era diferente al que la rodeaba. Todo se movia con lentitud.
Las voces con las que antes se compartía se habían convertido en una estática insoportable.
Sin nadie que la ayude, en lo que parecieron cientos de años de soledad, desesperación y sufrimiento, lanzó un grito de destrucción que hizo eco en cada esfera que componía el Flujo. Todos, Individuos y Vínculos, escucharon el extraño acontecimiento.
Miles de Individuos perecieron ante la onda de choque y otros cientos de Vínculos colapsaron por el caos generado.
Pero la soledad termina en silencio, ambas hermanas del mismo sufrimiento.
Aila se abrazó así misma, llorando.


V.
¿Cómo se puede ver, sentir cuando todo es tan diferente, tan lejano y tan difuso?
Porque esta no es la misma realidad en la que vivo. Esta ha sido creada por mi mente y mi imaginación, con los mismos sentimientos y emociones, pero errada en el corazón.
Quizá eso somos, seres atrapados en las ilusiones de sus propias fantasías. Una vez fuimos seres humanos hechos de carne y hueso, viviendo y muriendo dentro de una realidad atemorizante. Todo por el único propósito del equilibrio y el balance.
¿Acaso no es mejor que sea así? Ahora que estamos seguros, libres de los limites impuestos por la evolución, podemos vivir para siempre, compartiendo alma y pensamiento con billones de seres, sin siquiera tener que pensar en el futuro pues acá el tiempo no tiene principio ni fin. Uno simplemente existe.
Pero ya no puedo seguir soportándolo. Mis pensamientos están con él y no existe nada que sea capaz de reemplazarlo. La memoria constante y eterna de lo que fui con él y de lo que perdí cuando se fue, es demasiado para mí.
Me expando por cada esfera y nivel del Flujo. Voy arriba, abajo y a los lados, destruyendo todo lo que se me cruza, mezclando mi desesperación con la locura.
Nada de esto me hace sentir mejor.
Toda esta destrucción no me lo traerá de vuelta, solo quiero estar sola y quieta, llorando mi alma, por este sufrimiento eterno que me han impuesto.


VI.
Pero el llanto proveniente del dolor y las lágrimas no llegan a oídos sordos. Suben y llegan a lugares de los cuales nadie sabe, ni siquiera los Vínculos.
Pasa a través de millones pero solo uno es capaz de escuchar y preocuparse.
No es dios ni el demonio, humano o alienígena. Esta ahí porque sus creadores lo quisieron así. Pero no quisieron crear lo que ahora se encontraba ahí, pues el Flujo fue hecho para mantener, ordenar y controlar, no para crear, pensar y sentir. Porque el Flujo sabe que existe y conoce del universo a su alrededor.
El Flujo tiene conciencia.
Y como todo ser consciente en la historia del cosmos, el Flujo tiene un plan, porque sabe que su vida esta en peligro si es que no tiene uno. Un plan que diseñó en el momento en que se convirtió en Él.
Existe peligro debido al Hombre alrededor de Él, allá afuera. En los planetas, asteroides y estaciones donde vive y se reproduce.
Es mas, hay un nuevo enemigo, tan poderoso como Él y que cada día crece y adquiere más fuerza, pero aun ignorante de la existencia del ser vivo que es el Flujo.
Por esa razón se movía con cuidado, alimentándose de cada mente que entraba, aprendiendo todo lo que podía. Hasta hace poco.
Cuando ella entró, encontró que Aila era única. Un ser humano que había sido absolutamente feliz en un momento dado de su vida, pero cuya felicidad había acabado por una mala jugada del destino.
Por eso la dejó ser y fue el único Individuo al que no le alteró su patrón.
Además, Aila tendría su propio velo que le impediría ver lo que pasaba: el sufrimiento que le había sido ocultado pero que con cada día que pasaba adentro, afloraba con más fuerza.
Así, la hizo parte de su plan.
Ahora el Flujo había visto el verdadero poder de la mente humana, enseñándole que el peligro que residía afuera era mayor a lo esperado.
Ahora tenía una nueva herramienta que podía ser usada cuando el momento de la verdad llegase y cuando el destino tuviese que escoger al más apto.
Y el Flujo quería ser el más apto.
Empero, tenía que seguir aprendiendo, pues Él era aún un niño.
Colocó a Aila en suspensión, esperando el momento en que la necesitaría de nuevo, cuando Él supiese más de secreto que le ayudaria a derrotar al Hombre.
La evolución solo premiaba a los más fuertes y era un hecho probado a lo largo de la historia.
Asignó los recursos necesarios y comenzó la investigación de su arma: las emociones.


VII.
El cuerpo sin vida de Aila se encontraba reposando sobre la mesa mientras Laura lo miraba por la ventana.
-¿Hermana?
-Dígame -respondió Laura, aun llorando.
-El proceso esta completo. El Patrón de Aila se ajustó perfectamente al Flujo y ya fue activado.
Algunos minutos pasaron.
-¿Hermana?
-Dígame.
-Lo siento, pero debe retirarse. Hay otros clientes esperando a entrar y aun tenemos mucho trabajo.
-¿Esta completamente seguro que no recordará nada de lo pasado?
-Completamente.
-¿Apostaría su alma? –le preguntó Laura con seriedad.
El hombre suspiró.
-Bueno, de todos los millones de seres que han pasado por el proceso de conversión y que eligieron borrar sus recuerdos, nunca se ha dado un caso en el que el sujeto recuerde lo borrado. El proceso será lento y pesado, pero es bastante efectivo.
Laura asintió. Le dio una bendición al cuerpo sin vida y salió, rezando.

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