El lenguaje divino

The only way to discover the limits of the possible
is to go beyond them into the impossible.

ARTHUR C. CLARKE
Technology and the Future


-¿Qué te parece aquí?
-Me parece bien
Sin más, ambos se sentaron.
Un mozo se acercó.
-Buenos días, ¿desean los señores la carta o quieren ya ordenar?
-Buenos días, no, nos trae un capuchino y un expreso por favor -contestó el hombre.
-A la orden -respondió el mozo y se fue.
-Bueno -le preguntó ella- ¿Algún avance?
Él la miró un rato. El pelo caía sobre su hombro mientras apoyaba la cabeza sobre una mano. Estaba cansada, quizá no había dormido bien.
-Sí. Y por lo visto, el café te va a caer muy bien.
-No -ella bostezó tapándose la boca con la otra mano- dormí muy bien.
Él movió la cabeza, contrariado.
-Me hubieses avisado.
Ella sonrió.
-No, quería que estuvieses lucido para hoy. Verás, siempre sé cuando has avanzado algo.
Él le tomó la mano libre.. Estuvieron un rato mirándose cuando llegó el mozo con los cafés.
Una vez servidos agitaron el líquido para disipar el calor. Ella dejó el suyo pero él seguía agitando su expreso.
-¿Recuerdas en que me había quedado el mes pasado?
-Si mal no recuerdo, ya habías desarrollado todo un principio matemático para el cálculo social.
-Así es. Y tú me dijiste que era demasiado complejo como para enfocarlo desde un punto matemático-estadístico.
-¿Y? -preguntó ella.
-Era demasiado complejo -le respondió él mientras acercaba la taza a su boca. Iba a beber pero se dio cuenta que aún estaba muy caliente.
Colocó de nuevo la tasa sobre el plato y agitó el café un poco más.
-Pero la idea tenía algo de buena -dijo él.
-¿En qué sentido?
-Era un comienzo. Me di cuenta que había que comenzar por algún lado, y no había mejor forma de hacerlo que por fórmulas simples que predijeran comportamientos simples.
-Bueno, ¿y cuáles son esas fórmulas?
Él le sonrió.
-No hay.
-¿Cómo? No entiendo. Dijiste que ya tenías un planteamiento.
-Sí, pero no servía.
-Sigo sin entender -le contestó ella.
Él tomó un sorbo de su expreso.
-Verás, hace como tres semanas me di cuenta que las fórmulas no funcionaban. El ser humano es muy complejo. Pero para llegar a niveles de complejidad tienes que partir de estructuras básicas. Me di cuenta que tenía que buscar los componentes elementales del comportamiento humano.
-Sigue.
-Y quien mejor que Freud. Su teoría del subconsciente explica mucho del comportamiento humano, pero de algún lado tiene que partir este subconsciente.
-Creo que estás dejando mucho el macro y dándole demasiada importancia al micro. -le interrumpió ella.- ¿Acaso no me explicaste eso del comportamiento individual de las moléculas en un gas?
-Sí, pero nosotros no somos moléculas. Además, el tema era muy interesante, quizá me podía ayudar en algo.
-Bueno, continúa.
-El caso es que buscando llegué a una idea muy interesante que ha planteado un neurofisiólogo estadounidense, un tal William Calvin. Basándose en Freud, James, Darwin y otros, plantea la existencia de un código cerebral, que es sobre el cual el ser humano se desenvuelve en su entorno y una serie más de conceptos.
-¿Entonces?
Él suspiró.
-Chomsky, en su teoría clásica sobre el lenguaje, dice, en palabras muy simples, que el lenguaje es una cuestión biológica y no cultural. Entonces me di cuenta que con más razón la teoría de Calvin podía ser cierta.
-No sé adonde quieres llegar.
-Es muy simple. Verás, según las ideas de estos tipos debe existir un lenguaje de programación básica para el ser humano. Si nos basamos en la inteligencia artificial, nosotros no somos más que máquinas muy complejas.
-Eso explica el libro de robots de Moravec. -le interrumpió ella
Él sonrió.
-El caso es que debe existir un lenguaje primario para que el ser humano “arranque”. La cultura y la vida en sociedad lo hacen más complejo, pero no lo crean. Es más, hasta cierto punto Asimov lo planteó en una de sus novelas de robots.
-El lenguaje de Dios –murmuró.
-Eee... sí, digamos que sí. Esa idea también se me pasó por la cabeza.
-¿En qué crees que programa Dios?
-Eso implica decir que Dios existe. -dijo él.
-Bueno, bueno, llámalo Dios, naturaleza o evolución, esas leyes básicas tienen que operar sobre patrones básicos, primordiales. Como dijiste, la única forma de construir algo complejo es sobre la base de cosas simples...
Callo. Él la dejó que pensara.
-Fractales -dijo ella, asintiendo
-Exacto. Ecuaciones matemáticas básicas que parten de una premisa simple y conforme se van mezclando crean sistemas más complejos -se quedó callado como preguntando si ella seguía interesada en el tema.
-Sigue.
-El caso es que las matemáticas son leyes básicas de funcionamiento del universo que no están atadas a ninguna simbología en especial. Sin embargo, una vez que le asignas símbolos a este lenguaje cósmico, si queremos llamarlo así, los demás símbolos se hacen evidentes de acuerdo a su necesidad.
-¿Entonces?
-Bueno, en definitiva, he encontrado la suma, la resta, la multiplicación y la división de la programación humana -contestó, como si dijera lo más natural del mundo.
Su esposa se quedó con la boca abierta. Tras tantos años ya había comenzado a pensar que todo el plan era una locura, una idea sin sentido; propia de jóvenes que quieren cambiar el mundo.
Pero él no, él siempre había seguido adelante.
-¿Me quieres decir que eres capaz de programar a un ser humano?
El hombre tomó de su taza mientras sonreía. La dejó nuevamente en su plato y miró hacia un lado.
-Es cuestión de perspectiva. Me he pasado casi toda la vida leyendo sobre psicología, sociología, antropología, inteligencia, complejas rutinas de programación, modelos matemáticos y de simulación demo-socio-politi-y-todo-el-resto-de-gráficas que aún no entiendo, y fue recién hace unos 20 días que me di cuenta del error en el que estaba.
-¿Porque?
-Simple, Newton no elaboró el cálculo así por así, tuvieron que pasar miles de años de desarrollo matemático y con aportes de grandes mentes, dicho sea de paso. Ellos empezaron por lo simple, lo básico, las leyes primarias de la composición de esto que llamamos realidad.
Tomó un poco más de su café.
-El caso es que me di cuenta que para desarrollar un concepto tan complejo y que abarque tanto, como es el cálculo social, tenía que buscar concepciones más simples, más vagas, más imaginación que conocimiento.
-Esa es una frase de Einstein.
-Y que razón que tenía.
-Lingua ex machina -murmuró ella, aún impresionada.
Su esposo asintió, orgulloso de que ella entendiera.
Ella se inclinó sobre la mesa.
-¿Lo has probado con alguien?
Él asintió.
-Varias veces. Es más, ya no tenemos que preocuparnos por el futuro, ni siquiera tenemos que trabajar por dinero.
-¿Es una broma?
-No ¿Cuándo te he bromeado con ese tipo de cosas? Mira.
Él sacó unos papeles de su bolsillo y se los enseño. Eran estados de cuenta.
-Pero ¿Cómo? ¿Es esto legal?
-Bueeeeno, todo es legal, de eso me asegure, pero no es ético. Para nada.
-Con estas cantidades la ética se puede ir ya sabes donde.
-Quien diría que fueras tan cara.
-Jo jo, que gracioso. -le contestó ella mientras pasaba de papel en papel, observando.
-Pero lo he compensado, hice varias acciones buenas. Digamos que quise revindicarme con mi conciencia. Así que programé a mi jefe para que me dé dos semanas libres, y me la pase por Lima haciéndola de bienhechor.
-Todo un superhéroe.
-Ajá. Siempre.
-¿Y?
-Bueno, he ayudado a tanta gente que ya ni los recuerdo.
-¿En serio? No te creo.
-Mujer de poca fe, es en serio. Es increíble lo que unas pocas palabras pueden hacer.
-A ver, hazlo con alguien.
-Incrédula.
-No es eso, solo quiero ver.
Él miró a su café.
-Todo. Absolutamente todo tiene arreglo.
Ella lo miró, desconcertada por el cambio en el tono de su voz.
-Ese niño pobre que limpia zapatos -apuntó con su dedo.- O ese tipo que limpia lunas en el semáforo. También el ambulante, ese señor que pasea, el guachimán, el policía, ese vendedor, el mozo que nos atiende, todos los mozos de la cuadra, pero que digo, del mundo -alzó sus manos y brazos hacia arriba, como quien quiere abarcar el planeta entero
Su esposa no sabía qué decir, lo miraba como alguien que ve a un posible desquiciado
Él entendió su mirada, la había visto antes, años atrás cuando le explicó lo que hacía. Como aquella vez, debía convencerla. Tomó de su taza, sonrió y se la quedó mirando.
-Incluso esa esquina sucia. -dijo señalando con el índice izquierdo- El eterno cielo gris de Lima y la cochinada del río Rímac. Todos ellos problemas relacionados a nosotros, seres humanos de carne y hueso.
Ella aún lo miraba, confundida.
-¿Quieres saber como es?
Ella asintió.
-Ok, pero no te lo puedo decir frente a todo el mundo, alguien puede escuchar, déjame decírtelo al oído.
Movió su silla hasta donde estaba ella y le dijo unas palabras al oído.
Cualesquiera que fuesen estas, el efecto era el de un escalofrió por la espalda.
El rostro desencajado y la mirada inerte y sin vida de lo que hasta hacía unos segundos era una mujer viva y alegre, hubiesen asustado hasta un forense.
Tras hablarle al oído él se quedo viéndola, un poco asustado por lo que había hecho. No era la primera vez que lo hacía, pero hacérselo a alguien que era todo para él lo llenaba de angustia.
La tomó de su mano como queriendo asegurarse de que seguía viva.
-Verás, no debo, no puedo, hacer uso de esto porque ahora que tengo el conocimiento sé que no soy el primero ni seré el último.
Él suspiró mientras los ojos de ella aún apuntaban a la nada.
-Si alguien hubiese hecho uso de él, el mundo no sería lo que es hoy, y yo no puedo cargar con la responsabilidad, durante el resto de mi vida, de que fui yo el que lo cambio, el hombre que lo transformó a su imagen. Yo solo quiero vivir una vida feliz, a tu lado.
Calló unos minutos y la tomó de la otra mano.
-Verás mi amor, yo no soy Dios.
Y tras decir esas palabras, el hombre poseedor del lenguaje de la creación, tomó un pequeño papel de su billetera y con mano temblorosa lo puso en la mano de su esposa.
Tras hacerlo sacó un encendedor, lo encendió y se quedo viendo la llama un rato.
Comprobado su funcionamiento, lo dejó sobre la mesa.
Le susurró unas palabras al oído, se apartó y bajo la mirada esperando.
Ella, con la mirada de muerta en vida, leyó el papel, se acercó a su oreja y le susurro con una voz fría y cadavérica.
Él se asustó, pero la emoción desapareció y nunca más se acordó de lo que había sentido.
Ella se apartó, tomó el encendedor y quemó el papel sobre el cenicero.
Bajó la cabeza y se quedó mirando al suelo.
No habían pasado dos minutos cuando él levantó el rostro y sus ojos vidriosos destellaban al viento.
Tras hacerlo se acercó a su esposa, diciéndole unas palabras al oído.
Ella volteó el rostro y se lo quedó mirando con ternura.
-¿Es en serio?
-¿Cuándo te he hecho una broma de ese tipo? -le contestó él.
Ella rió y lo abrazó.
-Vamos, vamos de una vez.

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