Sueños de América

“Despiértate, olvídalo, aquello nunca sucedió
Todo fue una ilusión.
Ven, siéntate, olvídalo, aquello nunca sucedió,
Todo fue una ilusión”

LA OREJA DE VAN GOGH
Despiértate


I.
¿Quién es América Langley?
Por su primer nombre algunos dirían que es un continente, o un país, pero en verdad, es una mujer.
Joven, adulta por ley, pero una niña ante los ojos de la experiencia. Alta para su sexo, América denota delgadez debajo de las sábanas.
Algún sueño o pensamiento perturbador la estremece y gira con gracia y simpleza para terminar boca abajo, abrazando la almohada.
Pero lo que la responsabilidad del subconsciente no despierta, lo hace el despertador, y con fuerza. Con los ojos cerrados busca con la mano el origen del ruido, pero no logra hallarlo.
Resignada, hunde su rostro en la almohada y se levanta de un golpe buscando a su enemigo matutino.
Al verlo recuerda, como hace todas las mañanas, que siempre lo pone en la cómoda al otro lado del cuarto; la única forma de que no lo apague.
Así, comienza su rutina de cada mañana.
América camina con determinación. El único rasgo latente que predice el cambio a venir, la metamorfosis que se encuentra oculta en su mente.
De ojos claros, verdes pero humanos, con nariz aguileña y de pelo castaño oscuro, cautivaba a algunos, le era indiferente a otros.
Sabía que era atractiva, pero no comprendía el fondo de aquella herencia, la mezcla de inteligencia y belleza. El agua y el aceite humano que rara vez se mezclan.
Entonces, América es una mujer rara, casi única si comprendiese o actuase como era en realidad, no el producto de su entorno, la sociedad que por años la había corrompido.
Los medios y la gente, en un círculo vicioso que nunca acababa, habían llenado su vida con temores y miedos, con pensamientos cerrados y opiniones vagas.
Así tenemos que esa chica, en sus gestos y acciones, manifestaba un ser que trataba de escapar las barreras impuestas por el exterior. Ella era un nuevo tipo de mujer, pero que había sido reducido a la sombra de sus más oscuros aspectos. Una caricatura del verdadero producto de sus antepasados.
Sin saber nada de esto, apaga el despertador y regresa a su cama. Sabe que volverá a sonar en unos minutos, indicando la última oportunidad para hacer las cosas a tiempo.
Afuera sólo se escuchan el cantar de las aves. Li-ma no llega a su cuarto, vive apartada de su caos matutino. Era como si hubiese crecido en el campo.
Poco a poco se fue quedando dormida.
Al principio solo se encontraba inconsciente pero llegaron los sueños, imágenes difusas del pasado, todas ellas parte de su experiencia.
No era nada tangible, solo niebla que flotaba sobre un mar de descanso natural. Y que sin que ella lo supiese, ordenada a una velocidad frenética por su cerebro, colocando las partes en su sitio, amoldando todo lo vivido para que tuviese sentido. De esa manera, perpetraba la continuidad de su existencia.
Pero algo no encaja, no es parte de la estructura que se ha construido. No hay donde ponerlo. Su cerebro empieza desde cero mientras América gira sobre su cama, buscando una posición física que la ayude con esa inconsistencia.
Después de mucho esfuerzo, el proceso desarrollado por millones de años de evolución se da cuenta que no sabe que hacer con el. No puede dejarlo de lado pues se convertiría en una condición psicológica. Iría en contra de su instinto de supervivencia.
Así, la primera capa de ese racionamiento que podemos llamar humano decidió que era mejor ver de que se trataba antes que causara mas daño.
Se desarmó todo el esquema construido en las últimas ocho horas de sueño y se colocó la unidad que no encajaba como la parte inicial del rompecabezas.
Poco a poco se fue armando un tipo de matriz in-usual para las diferentes esferas de la conciencia de América.
Un ligero estremecimiento recorrió su cuerpo. No se trataba de una inconsistencia menor, era la manifes-tación de su memoria genética, uniendo partes que correspondían al instinto racional, experiencias que no había vivido.
Ella, como existencia, pasó a ser una nube dentro de la tormenta que buscaba tomar el control.
Luchó pero era muy fuerte para ella. Esa minúscu-la partícula de pensamiento había terminado por poseerla.
Incapaz de detenerla, América Langley fue suc-cionada al hoyo de sus temores inconscientes.


II.
Se encontró rodeada por decenas de rostros. Cada vez que se fijaba en uno, el resto se volvía difuso.
Había de todo, chicas lindas, algunos amigos, rostros de aburrimiento y rostros con sueño. Encima de todos ellos, un ligero murmullo. Voces bajas compartiendo información.
Mas solo una se distinguía entre las demás. Masculina y en tono didáctico, explicaba algo. De vez en cuando se detiene para escribir en una pizarra.
Risas, alguna broma. Ella ríe. Su risa, sumada a las demás, interrumpe el flujo de voces; es más, la voz masculina detiene su mirada sobre ella.
Le hace preguntas que la incomodan. Hasta le da un poco de miedo. Sin embargo, se arma de valor y contesta con arrogancia. Cuando termina, siente que no le guarda respeto. ¿Por qué seguía ahí, aburrida, perdiendo el tiempo?
Se paró, cuestionando su autoridad. Da un breve discurso, coge sus cosas y se presta a salir, acompañada por sus amigos.
La autoridad trata de detenerlas. Con exagerada violencia les ordena regresar. Repentinamente, una pickup llega al rescate, rompiendo la pared y abriendo un forado de luz sobre la oscuridad del salón.
Todos gritan, se paran, intentando librarse de sus cadenas. Uno de ellos, bastante alto y gordo, se exaspera. En un ataque de furia, rompe su silla y saltando sobre una carpeta se lanza encima del autoritario, que agobiado por el peso, cae al suelo para morir con un apagado suspiro.
Ni él ni su asesino se levantan. Uno muere aplastado, el otro muere del esfuerzo.
Todas ríen. Son libres y America es la emancipadora.
-¡Hora de divertirse! -gritaban todos.
Trepan a la camioneta y parten, con la música electrónica a todo volumen en su rítmico uns uns. Ellas bailan extasiadas, en sus asientos, en la tolva.
La carretera es larga. Kilómetros y kilómetros de asfalto hasta su destino, pero hoy el viaje es corto. Apenas terminó la canción llegaron a la playa.
Se bajaron, emocionados. La playa estaba llena de gente y todos se divertían en la arena. Ella también, salta y grita llena de alegría, con una cerveza en una mano y un cigarro en la otra.
Finalmente, se echa a tomar sol. Los segundos se convierten en horas y el mar comienza a llamarlos. Todos se paran a la vez y se sumergen en las frías aguas del Pacifico.
América pasa debajo de una ola pero al salir se encuentra en un acantilado. Abajo, el mar revienta sobre las rocas. Detrás, los mismos rostros de la clase. La miraban fijamente.
-¿Por qué me ven así? –preguntó.
Sonríen. Ya no son seres vivos, tienen la mirada de los muertos.
América se asusta, no sabe que hacer. Mira hacia abajo y la caída le da miedo. Trata de alejarse pero choca contra ellos. La cogen y ella grita, forcejea. No puede escapar.
Con lenta agonía la llevan al borde. Sigue gritando pero nada. Finalmente la empujan y ella cae, cae por una muralla de piedra sin fin.
Arriba, se reían y burlaban de ella. También la in-sultan, pero apenas distingue lo que dicen.
El afilado fondo se acerca. El miedo es insoportable, siente como el corazón quiere salir por su boca. Que todo acabe, que salga, ¡qué despierte! ¡Que des-pierte de su sueño!
¿Un sueño?
¿Era así de fácil tomar conciencia?
Aunque confundida, se da cuenta que no tiene que morir. Es capaz de lo que sea, hasta de volar.
Ante ese pensamiento, libre de toda barrera, de todo miedo, traza un vuelo rasante sobre el agua y sale disparada al cielo. Una vez arriba, gira y mira alrededor.
El volar como ave la hace sentir humana, total y absolutamente humana.
Pro un ruido ensordecedor la saca de su concentración. Tiembla hasta perder el control y cae.
Ya no puede alzar vuelo. No hay salvación, ¡no hay de donde agarrarse!
El despertador se agitaba con fuerza. Una vez mas se levantó para apagarlo. Se apoyo en la pared y bostezo. Le duele la cabeza pero no sabe por qué.
-Tengo sueño –murmuró.
Con otro bostezo, camino con flojera al baño sa-biendo que le espera otro día más de universidad.
No recordaba nada de lo soñado. Solo sabia estaba cansada, tenia sueño y estaba tarde.

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