Vuelta a casa

Generally speaking, the Way of the warrior
is resolute acceptance of death.
Miyamoto Musashi


Los fuegos artificiales iluminaban el cielo de Barranco y el resplandor que se filtraba por las ventanas era suficiente para que sus sensores ópticos le mostraran la habitación sin necesidad de encender la luz. Nito Watakabe, peruano descendiente de japoneses, ex-campeón nacional juvenil de kendo y ex-consultor en seguridad de información pensaba en cómo había cambiado su vida en los últimos años.

Fuegos artificiales. Todavía recordaba cuando era normal usar pólvora para esas cosas. Ahora eran explosiones controladas de plasma, que se lograban generando una reacción en el oxígeno y el hidrógeno del aire con unos lásers. Yoroshii. Era el 31 de diciembre del 2039 y los limeños celebraban la venida del nuevo año. Eso quería decir que el próximo año cumpliría 40 años. Nacer en el año que marca el milenio facilitaba mucho los cálculos.

Dos horas antes había notado que en el primer piso de su edificio, donde funcionaba la sede principal de la Iglesia Purista del Hombre, un grupo de casi cincuenta personas estaban reunidas, orando. Si supieran que el hombre que se había mudado tres meses antes y dos pisos más arriba tenía más de 12 modificaciones cibernéticas, seguro habrían tumbado su puerta para lincharlo o algo peor. Pero sus modificaciones eran indetectables; tecnología militar, nada como esas burdas modificaciones clínicas. No es que tuvieran la más mínima oportunidad contra él, pero seguro habría tenido que matar a unos cuantos antes que lo dejaran en paz y a estas alturas quería evitar muertes inútiles a toda costa.

De hecho, eso era lo que lo había llevado al retiro luego de 20 años de impecable trabajo como operativo encubierto de grandes corporaciones. Habían sido 20 años de operaciones limpias, calculadas. Ichibyoshi no uchi. Hasta el 27 de setiembre del 2039. El hijo de nueve años del jefe de laboratorio de Genotec había olvidado su consola de juegos en la oficina de su papá. Tres segundos menos y hubiera estado fuera del radio de la explosión. Tres segundos. Fue también la cantidad de tiempo que le tomó darse cuenta que ya era suficiente.

Había preguntado el motivo de la oración a unos acólitos antes de tomar el ascensor. Al parecer el mundo se iba a acabar, por fin, en el 2040. Preguntó si era en el 2040 a la hora de Lima, porque tenía un amigo en Sidney al que pensaba llamar por televoz y tal vez el mundo ya se había acabado por allá. La expresión de sus interlocutores fue muy divertida.

Se puso de pie y caminó a la ventana, riendo. El climatizador no estaba funcionando y el calor era insoportable. La ventana no estaba diseñada para ser abierta, pero eso nunca había sido un problema. Algunos pedazos cayeron cerca de los acólitos del primer piso pero estaban tan concentrados que no se dieron cuenta. Ya mañana, tras reparar el climatizador, vería de colocar un vidrio nuevo

Fin del mundo, que ridículo.

Y en ese momento, todo explotó.

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Su mente estaba entrenada para analizar causa y efectos, pre-requisitos y jerarquías. Se había salvado gracias a un descuido del antiguo inquilino, y mucha suerte. Por supuesto que sus reflejos mejorados, ese nanocircuito implantando en su cuello que aumentaba en 60% la potencia de las señales neuromotoras, le habían permitido saltar apenas notó la explosión. Y claro, sus inhibidores de dolor le habían permitido caer sin perder el conocimiento. Justo a tiempo para evitar los restos del edificio. Su entrenamiento y experiencia también jugaron un papel fundamental. Ri gi ittai. Pero todo eso había sido tomado en cuenta por la persona que diseñó la explosión. Porque era una explosión intencional, no cabía duda. La onda de choque estaba dirigida; las estructuras habían cedido a la vez. En varias ocaciones él mismo había diseñado ese tipo de demoliciones.

No. Se había salvado porque estuvo en la ventana, refrescándose, al momento de la explosión. Y estaba ahí porque el inquilino anterior había olvidado darle mantenimiento al climatizador. Como el niño que olvidó su consola de juegos. Tres segundos. Miró a su alrededor. El edificio había colapsado. Ojalá las oraciones hayan sido escuchadas. En fin, en cualquier momento llegarían los guardias y una persona como él no podía estar cerca cuando eso pasara. Antes hubiera sido fácil, la policía de una zona cómo esta no tendría muchos recursos para perseguirlo. Pero desde que el Grupo Marihno era dueño de toda la guardia en las zonas libres del país, había invertido fuertes sumas de dinero en equipos nuevos. No quería arriesgarse.

Ahora, una persona de su profesión tiene varios problemas en una situación como esa. Primero, no podía ir a cualquier clínica para atender sus heridas. Sería como darle a reparar un avión de guerra a un mecánico de bicicletas. Segundo, era obvio que alguien lo quería muerto. En su profesión eso podía significar cualquiera de las mega-corporaciones del mundo, incluso antiguos clientes. Sólo quedaba una opción: el viejo Marcus.

Lo único bueno de ese asunto era que, en esa fecha y hora, nadie iba a notar a un hombre sucio y ensangrentado por las calles. Mientras se acercaba a las escaleras del monorriel público, recientemente terminado tras más de 50 años de construcción, vio como se acercaban los vehículos de los guardias y sus luces azules.

El monorriel se detuvo en la estación y fue muy fácil escabullirse dentro. Vacío. Serían 15 minutos de viaje hasta la ciudad autónoma de San Borja y luego 20 minutos caminando a las ruinas de La Molina. Era increíble cómo esa parte de la ciudad se había desintegrado en sólo 8 años desde la crisis del agua y la consiguiente fuga masiva de sus pobladores. Ahora era una ciudad fantasma, pero los rumores decían que Marcus estaba allí. Al menos tendría tiempo para relajarse y pensar un poco. Mirar más allá del problema actual para entender la situación. Enzan no metsuke.

Dicen los antiguos maestros que un guerrero pasa por varias etapas durante su vida. La primera es conocida como Kenshin Ittai, la unión del hombre y la espada. Para un buen guerrero hasta una hoja de papel puede ser un arma y Nito era de los mejores. Gracias a eso había vivido lo suficiente para darse cuenta que existía un nivel superior. Shiai Kyohi. La victoria es más fácil si el oponente prefiere no seguir peleando. Algunos trabajos en los últimos años habían requerido solamente que Nito hiciera notar su presencia. Concientes de que no valía la pena luchar por una causa perdida, las personas le entregaban lo que buscaba sin enfrentarlo, resignados. Pero después del último incidente en Genotec, Nito había descubierto Katsujin No Ken, la espada que otorga vida. Pelear no era la respuesta. Había llegado el momento de usar sus habilidades para una buena causa y no para el beneficio de corporaciones.

De hecho, se le ocurrió que ese podía ser un excelente título para sus memorias. Katsujin No Ken, la vida de un operativo. Había guardado notas detalladas de todas sus actividades en los últimos 20 años. Eso es. Publicaría un libro para que el mundo conociera su historia. Para que otros jóvenes no cometan sus mismos errores. Claro que primero tenía que sobrevivir este día.

"Son las cero horas, cero cero minutos" dijo una voz electrónica por los parlantes del vagón, convirtiendo oficialmente ese momento en el peor año nuevo de su vida.

La estación de destino ya estaba a la vista. La ciudad autónoma brillaba con sus propias celebraciones sobre los cientos de edificios que la formaban. Desde su posición elevada podía observar el antiguo Cuartel General del Ejército Peruano, ahora la sede central de la Corporación Zhou-Rodriguez. San Borja no dependía de la guardia del Estado Peruano para su defensa. La seguridad privada de la Corporación tenía suficiente poder para defender el país completo de ser necesario. Y ya lo había hecho en un par de ocasiones. Hacía ya mucho tiempo que los gobiernos del mundo jugaban un papel puramente smbólico y algunos sociólogos ya hablaban de ciudadanía corporativa.

Katsujin No Ken. Marcus había sido el primero en mencionarlo, hacía más de 30 años, al enseñarle los conceptos básicos del kendo. Mientras bajaba del transporte y comenzaba el camino a pie, podía recordar fácilmente:

"Cuenta la leyenda que el gran Masamune tuvo como aprendiz al famoso Muramasa, quien decididió retar a su maestro. El reto consistía en averiguar cuál de los dos famosos herreros podía crear la mejor espada. Ambos trabajaron por meses hasta que sus obras maestras estuvieron terminadas. Para demostrar su poder, Muramasa sumergió su espada en un riachuelo cercano. El filo era tal que la espada cortaba finamente no sólo los peces con los que entraba en contacto, sino también las hojas de los árboles flotando en la corriente e incluso el aire mismo. Masamune felicitó a su pupilo y procedió a sumergir su espada. Esta no cortó nada, pues tanto el agua del río, sus contenidos y el aire mismo esquivaban la fina hoja y la rodeaban sin tocarla."

Lo siguiente que supo de su antiguo sempai fue que había obtenido un trabajo en Industrias Luna cómo asesor de investigación en finanzas conductuales. Nada como una mezcla de científico y filósofo para entender el efecto de las decisiones económicas en la humanidad. Tal vez pudiera ayudarlo a conseguir un trabajo ahí. Luna era una de las pocas empresas que todavía mantenía un enfoque humanista en sus negocios. Aislados de la Tierra por 385000 kilómetros de espacio, esta empresa-estado mantenía un poder económico envidiable y una ubicación que había tirado por los suelos toda teoría geopolítica que los gobernantes del planeta desarrollaron en milenios de historia. Sus habitantes eran colonos científicos y sus avances en medicina y ciencias humanas estaban por encima de cualquier estándar terrestre. Trabajar para ellos sería un honor. Pero, ¿aceptarían ellos a un ex-operativo? Poco probable.

Ya estaba cerca. A su izquierda el árido terreno del antiguo club de golf se extendía cientos de metros. Invadido por delincuentes a principios de los treintas cuando los habitantes de La Molina dejaron la zona, había servido de refugio para la escoria marginal de la ciudad. Sin embargo, estaban demasiado cerca de la Corporación para el gusto de sus ejecutivos. Nunca se supo que arma usaron para "proteger su seguridad" en noviembre del 2036, pero lo cierto es que nunca más volvió a crecer algún tipo vida vegetal en la zona. Los que estaban ahí al momento del ataque simplemente desaparecieron. Tampoco es que nadie se preocupó mucho. Al fin y al cabo era gente que no importaba y nadie iba a cuestionar a Zhou-Rodriguez.

¿Por qué habría dejado Marcus la comodidad de Luna para regresar a Lima? Y peor aun, ¿qué estaba haciendo en una zona desierta de la ciudad? La noticia había llegado a sus oídos recientemente, cuando él mismo regresó a Barranco. Si Nito hubiera tenido la posibilidad de vivir en Luna se hubiera quedado ahí sin pensarlo dos veces. Pero dada su situación de operativo ronin, Lima era la única ciudad tranquila en la que podía pasar unos años. Ordenar sus ideas y buscar la manera de cambiar su vida. Al menos, ese era el plan hasta hacía dos horas.

Había llegado. El gran edificio se mostraba imponente a pesar de su deterioro. Se encontraba anclado en un cerro rocoso y decían que durante su construcción había sido motivo de burlas y rumores de inminente desplomo. lrónicamente, ahora era el único edificio de la zona que seguía en pie. Si sus contactos eran correctos, este era el lugar. Sólo era cuestión de ubicar a...

- ¡Alto! No te muevas.

De alguna manera, una persona había aparecido frente a él y le apuntaba con un arma. ¿Cómo era eso posible? Nadie podía moverse tan rápido. Su cerebro evaluó la situación. El hombre estaba a tres metros de distancia. Tenía poco menos de dos metros de altura, tez oscura, contextura atlética. Podía potenciar sus reflejos y llegar hasta él antes que la señal de disparar viajara de su cerebro a los músculos de su mano. Tensó un poco los músculos, midiendo.

- Ni lo intentes, Wakabe. Mis reflejos son al menos tres veces más rápidos que los tuyos y además, aunque tus inhibidores de dolor no te dejan notarlo, tu pierna izquierda esta demasiado débil como para impulsarte hasta aquí en un sólo movimiento. Y no estas contando a mis dos amigos detrás tuyo.

Imposible. No había sentido nada. Estos hombres tenían que ser seguridad de la Corporación. Si lo que decía el hombre era realmente cierto, el nivel de sus implantes era superior a lo que sus proveedores suizos estaban pensando desarrollar en el siguiente año. Sin embargo, eso le daba una esperanza. Si esos tipos lo hubieran querido eliminar, hace rato que estaría muerto.

- Sólo he venido a ver a Marcus. Sabes mi nombre, pero yo no el tuyo. ¿Quién eres?
- Dharmadev De, jefe de seguridad del sector siete, Industrias Luna. Si has llegado hasta aquí, supongo que podemos dejar que veas a Marcus. Pero bajo nuestras condiciones.
- No fue tan dificil llegar tampoco. El transporte público no es tan malo.
- Si lo fue, deberías estar muerto.
- ¿Y tú cómo lo sabes?
- Shoshin, dice Marcus, ¿no es así? Porque yo coloqué los explosivos. Ahora, síguenos.

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- Cuando se nace guerrero no se puede ser otra cosa. Uno no escoge serlo. No puede llegar a casa en las noches y dejar de serlo. No es una profesión. No es un hobbie. Es quien eres. Fluye desde adentro. Tú sólo tienes que permitirte ser lo que eres.

De pie, Nito escuchaba la voz de su viejo amigo. Marcus estaba sentado detrás de un escritorio, mirándolo a los ojos. De alguna manera no había envejecido. La última vez que lo vió debía tener unos 60 años. Pero ahora no parecía una persona de 90. Al contrario, cualquiera que lo viera pensaría que 50 era una buena aproximación. ¿En qué estaba metido?

Estaban en el último piso del edificio dentro de un cuarto con paredes de vidrio. Afuera, desde una terraza con un gran agujero que en algún momento debió haber sido una piscina, se podía observar gran parte de la ciudad de Lima. Lo habían llevado hasta ahí sin dejar de apuntarlo con sus armas ni un segundo. ¿Qué estaba pasando? Pudo notar desde el inicio que los guardias consideraban a Marcus como un superior. ¿Quería eso decir que la orden de matarlo había venido de él? Suspiró.

- Eso decías siempre, Marcus. Pero nunca lo sentí así. En estos años me he descubierto a mí mismo en cada día; siempre una persona diferente. He hecho cosas que nunca pensé posibles.
- Viejo amigo, si supieras todo lo que he aprendido en estos años. Lo equivocado que estaba. Tenías razón en no hacerme caso.
- Por algún motivo la palabra "amigo" ya no tiene el mismo peso desde que me enteré que habías mandado matarme.

Marcus se puso de pie, con una expresión de genuino dolor en el rostro.

- Escucha Nito, no fue mi idea. Yo les dije que podía explicarte y que tú entenderías. Pero no querían correr más riesgos.
- Bueno, si tus amigos querían matarme sin riesgos creo que mi presencia aquí prueba su error, ¿no?
- Por supuesto. Déjame explicarte.
- Estoy escuchando.

Marcus se sentó sobre la mesa y resipró hondo.

- ¿Recuerdas que entré a Industrias Luna? Luego de eso desaparecí por casi 30 años.
- Así es.
- Bueno, para mí eso sucedió hace sólo dos semanas.
- ¿Qué quieres decir? ¿Has estado experimentando con animación suspendida o algo así?
- No, nito. Estuve 15 días en el año 2075. Industrias Luna tiene una máquina del tiempo. Hice el viaje de regreso junto con otras personas y llegamos a este año hace dos días.
- ¡Ja, ja! ¿Pretendes que crea eso? Mira, si quieres matarme no tiene que ser de risa.
- Nito, mírame. ¿Parezco acaso de 93 años?
- Bueno, no, pero quién sabe en qué cosas...
- Katsujin No Ken, ese es el título de tu libro.

Un escalofrío recorrió el cuerpo entero de Nito Watakabe.

- Tu... ¿tú cómo sabes...?
- En el año 2073 una civilización extra-solar hará contacto con nosotros. Al parecer su ruta los llevaba cerca a nuestro sistema cuando notaron las emisiones de unas centrales de fisión que tendremos el cinturón de asteroides. Me explicaron que no se conocen muchos detalles, pero el encuentro significó el fin. En menos de nueve días la población completa de la Tierra estaba muerta a causa de un virus que ellos portaban sin tener idea de lo dañino que podía ser para las formas de vida de carbono como nosotros. Sólo un puñado de empleados de Industrias Luna sobrevivieron. Desesperados, decidieron usar un prototipo de máquina del tiempo, aún en periodo de prueba, para tratar de cambiar las cosas y darle una oportunidad a nuestra raza.
- ¿Qué estas diciendo?
- Creo que es mejor que Dharmadev continúe desde aquí.

El jefe de seguridad bajó su arma, pero sus hombres siguieron apuntando a Nito. Con un marcado acento dijo:

- Nuestro primer intento fue un fracaso. Quisimos acelerar el descubrimiento de una tecnología pero nuestra información histórica no era totalmente fiable. Perdimos el vehículo del tiempo y a la persona que enviamos en una explosión. Debido a la manera en la que funciona el vehículo, no podemos viajar a cualquier momento en el pasado, sólo escoger entre un grupo de ventanas que nos ofrece el espaciotiempo para un puñado de fechas determinadas. Además, una vez usada una ruta, no puede re-utilizarse sin aumentar considerablemente el factor de riesgo. Con sólo un vehículo más, no podíamos cometer más errores.
- ¿Qué tiene todo esto que ver conmigo?
- Ya no era posible salvar el futuro ayudando a acelerar la tecnología. La única opción era conseguir que para el 2073 no existan centrales de fisión que llamen la atención de los visitantes. De esa manera, pasarían de largo sin reparar en nosotros. Además esta opción era menos propensa a fallas. Es más fácil destruir que construir.
- Es decir... ¿retrasar el desarrollo?
- Un pequeño precio a pagar por nuestra supervivencia.
- Entonces...
- Unos cuantos accidentes en épocas precisas. Atenas en el 538BC, Alejandría en el 415DC, Roma a finales del siglo VI, Prusia en 1890... de haber sabido que ibas a poner una bomba en Genotech en estos años nos hubieras ahorrado un viaje al 2008, pero como te comenté nuestros datos no son 100% precisos. Sin embargo, estamos a sólo un paso de conseguir lo que esperamos sea el último empujón para demorar las cosas como es necesario.

Nito no podía creer todo lo que estaba escuchando. Y sin embargo, miraba a estas personas a los ojos y todo parecía tan real. Katsujin No Ken, nadie más sabía eso.

- Hasta ahora no entiendo donde encaja mi muerte en todo esto. A menos que...
- Efectivamente. Tenemos que evitar que tú hagas algo en estos años. Estamos confiados que eso es lo último que hay que hacer para salvar a la humanidad.
- Oigan pero, díganme qué es lo que no debo hacer y punto. No entiendo por qué...
- Lamentablemente no sabemos qué es. Tu nombre figura en los registros como el visionario responsable de algo, pero no sabemos qué es exactamente. Ya te dije que nuestros datos no están completos. Pero sea lo que sea hay una línea que lo conecta con los reactores de fisión. Puede ser un aparato, un dispositivo. Puede ser una idea. Puede ser tu libro. Puede ser algo que dices a alguien. No podemos arriesgarnos.
- Así que soy famoso después de todo. La historia habla de mí en el futuro como algo positivo. Y quieren quitarme eso. Quieren que mi nombre sólo quede relacionado a los terribles actos que he cometido hasta ahora.
- Estamos hablando de la raza humana versus tu ego.
- ¡Y mi vida!
- Marcus, tu dijiste que entendería.

Dharmadev dió un paso atrás y apuntó de nuevo con su arma a Nito. Este ni se movió. De hecho, no había notado nada. Marcus se acercó, poniendo la mano en su hombro.

- Hijo. Uno puede hacer algo bueno y ser famoso por ello. Pero los mayores sacrificios son anónimos.

Las palabras se escuchaban a lo lejos. Katsujin No Ken. Habían pasado 20 años y ahí estaba. No era como lo había esperado, pero estaba perfectamente claro. Ganaría la batalla más grande de todas sin usar un arma contra nadie. Sólo contra si mismo. Miró a Marcus a los ojos y este comprendió.

- Vamos Dharmadev. Dejemos a este hombre sólo.
- ¿Estás loco? Si lo perdemos ahora quién sabe si...
- ¡He dicho que nos vamos! Nito sabe que hacer.
- Pero...
- De, nos vamos.

Visiblemente molesto, el jefe de seguridad bajó el arma y con una señal sus hombres hicieron lo mismo. Con paso lento salieron del cuarto.

- Marcus, muchas gracias por todo. Y disculpa si no llegué a ser lo que esperabas.
- Por favor. Hoy eres tú el maestro, Nito-Sama.
- ¿Todavía tienes tu...?
- Mi wakisashi está en ese cajón, al costado de mi katana. La hoja está limpia y fue afilada hace menos de un mes.
- Gracias.

Nito sacó el arma corta y oró por un momento para que los kami lo ayuden en su viaje. Luego se puso de rodillas mientras Marcus, katana en mano, se colocaba a su costado.

Dos minutos después, Dharmadev De, jefe de seguridad del sector siete de las Industrias Luna vió salir por la puerta al viejo maestro al que había conocido hacía sólo dos semanas. Hace dos semanas pero más de 30 años en el futuro.

- Está hecho. Pueden regresar a casa.

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