Inevitable

Shikata ga nai

KIM STANLEY ROBINSON
Red Mars


I.
A veces tenía la sensación de que las cosas andaban mal, que el mundo estaba al revés como consecuencia de un juego loco que nadie sabía quién lo jugaba. Que la realidad no debía ser así.
Quizá, en un desliz de creatividad, los dioses hicieron las cosas más difíciles de lo que debían ser. Una prueba, un experimento para encontrar aquellos puros y limpios de alma, virtuosos y dignos de estar vivos.
Y de esa forma, rescatar a los héroes vivientes que se desenvolvían entre la mediocridad. Elevarlos a la divinidad
Pero según su experiencia, la gente no tenía una actitud heroica, sino más bien una tendencia perpetua al salvajismo y a la barbarie. Un instinto al cual se le hacía demasiado caso pero que evitaba la necesidad del pensamiento y de afrontar la dura verdad.
Aún así, algunos como él esperaban algo mejor, una solución a los problemas. Luchaban por ello y no se rendían, sin importar cuantas dificultades les pusieran en el camino, sin importar el sufrimiento y la carga que significaba. Simplemente luchaban por ese día.
Un día en el cual alcanzarían la felicidad. En el que podrían levantarse y mirar al sol con una sonrisa y ser capaces de decirle al mundo: “Soy feliz, estoy contento, me alegra estar vivo y de tener esta vida”.
Un día en el que podrían ser vistos como lo que eran ante las personas. Cuando vieran su alma transparente y no hubiera que torcer las cosas. Simplemente ser.
Con ese pensamiento, Daire suspiró y miró al cielo.
Un día en el que pudiese ver las estrellas desde afuera y no sobre sus cabezas.
Algún día.
Sin embargo, sabía que la realidad era otra. Una llena de sacrificios, sufrimientos y castigos para un pueblo que luchaba desesperadamente por sobrevivir. Una raza que estaba varada en un planeta que, tras cientos de años de esfuerzo, habían logrado convertir en un hogar.
Pero como todo lo que tenía vida, iba a llegar a su fin. No por la obra de un designio maligno, sino por el continuo ballet del cosmos.
Lo que había comenzado como una posibilidad, terminó siendo un hecho. Tras años de estudios, la comunidad científica comprobó que un cometa se acercaba lenta e inexorablemente hacia ellos.
Solo les quedaba un siglo de existencia. Después, nada.
Daire pasaba gran parte de su tiempo buscando una solución al dilema, pero lo único que encontraba era el insomnio y fuertes dolores de cabeza.
Varados en un planeta de escasos minerales, sin la tecnología de sus antepasados y sujetos a los caprichos de la naturaleza, su esperanza de sobrevivir era casi cero.

Resignado y cansado, Daire se paró e inició el regreso a casa. A mitad de camino se detuvo y se quedó observando el valle de Xuye, donde el vivía.
Un otrora desierto alrededor de un río muerto, había sido transformado con el sacrificio de cientos, desviando ríos, construyendo represas, lagunas artificiales y canales de riego. Después de casi cien años, se acabaron las obras, dándole alimento a la provincia y a otras diez más.
El faraónico proyecto era la principal fuente de alimento de su civilización.
Mirándolo, reflexiono que quizá no todo había sido en vano. Al menos demostraba algo de heroísmo en su raza, su capacidad de lucha. Pero otra vez una nube negra invadió su mente. Todo heroísmo había sido opacado. En los últimos años, todo se había ido por el desagüe.
Empero, entre el desperdicio siempre hay un brillo. Iluminado por una idea repentina, Daire reemprendió su camino, esta vez corriendo.


II.
Aunque se hallaban cerca, su destino era una estrella más en el firmamento. Conforme pasaran los días, se iría haciendo cada vez más grande. Finalmente, se convertiría en ese disco de color naranja al cual estaban desesperados por llegar.
La nave interestelar cruzaba el sistema solar a toda velocidad y en curso de colisión directa con el único planeta habitable que habían encontrado.
No tenían otra opción. Les quedaba poco tiempo para que se quedaran sin energía. Después, solo serian un cementerio.
Tras larga preparación y espera, los tripulantes vieron al planeta acercarse, ingresando a la atmósfera como una enorme bola de fuego.
Al principio todo andaba bien, pero el calor y la presión comenzaron a hacer sus efectos. Por un breve momento apareció un brillo azul que se mantuvo unos segundos para después desaparecer. Su campo de energía había cedido.
Tras eso, el despedazamiento se aceleró.
Sin previo aviso, toda la coraza saltó por los aires para dar vida a una estructura más chica, apenas un tercio en tamaño de lo eyectado.
Los pilotos se habían desecho del escudo anti-radiación para usar las capacidades de vuelo de la emergida nave.
Una explosión de fuego y calor de los cohetes retro-propulsores disminuyó la velocidad con la que descendía. Solo estuvieron encendidos unos segundos.
Luego, una serie de paracaídas aparecieron, frenando la vertiginosa caída, pero uno a uno fue cediendo hasta que no quedó ninguno.
A los pocos segundos una de las compuertas laterales se abrió y se podía ver como pequeñas figuras echaban cosas en una búsqueda desesperada por aminorar el peso.
Aun quedaba otro juego de paracaídas y no querían perderlos como los anteriores.
Desacostumbrados a la gravedad del planeta, calcularon mal los tiempos. Murieron desmembrados cuando la nave chocó con el suelo.
La nave se arrastró por el desierto, levantando una gran nube de polvo y dejando atrás sus restos. Después de incontables minutos, se detuvo.
La sangre de los infortunados era la única evidencia de vida en ese interminable mar de arena.


III.
-Eso suena muy fantasioso.
-¿Por qué? -preguntó Daire.
El otro hombre lo miró con incredulidad.
-¿Cómo que por que? Tú sabes que desde los disturbios de Belvas, el acceso a los archivos está restringido.
Daire lo sabía. El acontecimiento al cual se refería su amigo había ocurrido casi dos siglos atrás, cuando un movimiento político muy popular por aquel entonces, el Belvas, había planteado instalar un estado comunista, bajo el cual desaparecería el sistema de castas y todos los individuos serian tratados como iguales bajo un estado protector.
Los lideres de las castas, espantados ante tal idea y al ver la creciente popularidad del movimiento, movieron a las fuerzas de seguridad para repeler las manifestaciones del Belvas.
La guerra civil que siguió trajo como consecuencia la muerte de miles de personas y la ruina de casi la mitad de las ciudades. Un duro golpe del cual se necesitaron casi cien años para recuperarse.
La idea del Belvas había salido de los archivos.
-Si, lo sé, pero mi idea tiene sentido. Debe haber algo en los archivos que nos pueda ayudar. Si nuestros antepasados pudieron dominar el viaje interestelar, quien sabe que clase de armas llegaron a desarrollar.
Rian se quedó pensando.
-Está bien, te daré el permiso, pero necesito un informe, por triplicado, de tu idea y posibilidades.
-¿Soy yo o me estas demorando? -preguntó Daire.
Rian sonrió.
-Sabes perfectamente que si. No vaya a ser que encuentres algo mejor al mismo tiempo que se publica el informe de la comisión.
Daire iba a decir algo pero Rian lo interrumpió.
-Y no me digas que soy un burócrata. A mi tampoco me agrada la politiquería, pero así son las cosas.
Daire asintió, se levantó de la silla y estrechó la mano de Rian.
-Gracias, no tienes idea de cómo te lo agradezco.
-No hay de que. Solo te pido que no se lo menciones a nadie.
-No te preocupes, no lo haré - y tras decir eso, Daire salió y cerró la puerta tras de sí.


IV.
De los casi cuarenta tripulantes, solo cinco habían sobrevivido: el capitán, su segundo al mando, uno de los pilotos y dos técnicos.
Entre ellos habían evaluado la situación con relativa rapidez y se dieron cuenta que no era buena. La nave había perdido toda capacidad de vuelo. Se quedaría allí para siempre. Y si no se movían rápido también seria su tumba. Como consecuencia del impacto, el generador nuclear tenía un derrame. Sin el escudo de protección sólido y con el generador del campo electromagnético fuera de línea, no pasaría mucho tiempo antes que la radiación matara a todos.
-Bueno –dijo el Capitán-. Ya todos conocemos nuestra situación así que debemos actuar rápido. Hay que revisar la zona de carga para ver cuan grave es el daño, asegurar el flujo de energía, mantener la mayor cantidad de sistemas en línea y reunir los equipos y herramientas que necesitaremos mas adelante. Como son muchas tareas, nos dividiremos en tres equipos. Comandante, usted me acompañará a la zona de carga. Teniente, usted se ocupara de recoger el equipo que necesitamos y ustedes –dijo dirigiéndose a ambos técnicos-, ocúpense primero de mantener el flujo energético y después arreglen todos los sistemas que puedan. Todos repórtenme su situación cada cinco minutos. ¡Vamos!
-¿Capitán? –preguntó el comandante mientras ambos caminaban por un pasillo lleno de cables rotos, chispas y piezas sueltas.
-Dime.
-No quise decirlo delante del resto, pero antes de entrar a la atmósfera realice un análisis espectrográfico del planeta –su voz mostraba un inusual tono de preocupación.
-¿Y?
-El planeta es un gran desierto. Cero vida, cero minerales. Por lo menos en este hemisferio. No se como sea del otro lado, pero podemos inferir que la condición es similar
-Mmmm...
-Si seguimos nuestros conocimientos en geología planetaria, los polos pueden ser un buen lugar donde asentarnos.
-Por lo visto es nuestra única posibilidad –contestó el capitán, mientras evitaba pisar el brazo de algún infortunado.
O infortunada.
Un escalofrío recorrió su cuerpo y aceleró el paso.
-El problema es que estamos muy lejos de los polos, unos siete mil kilómetros por lo menos. Con las condiciones ambientales que existen afuera, jamás llegaríamos. Ni siquiera con los trajes protectores.
-Lo sé.
-Entiende entonces la situación en la que nos encontramos.
El capitán caminó unos segundos más y se detuvo ante una puerta donde ingreso un código de acceso. La puerta se abrió pero antes de entrar volteó donde su comandante y viéndolo a los ojos le contestó.
-Entiendo la situación, y después me explicarás como pudiste revisar el estado de cada una de las estaciones mientras hacías ese análisis espectrográfico –y tras decir eso, entró a la zona de carga en búsqueda de la verdad que tanto lo apremiaba.


V.
Daire recogió un poco de agua y la restregó en su rostro. Mientras se secaba, miraba fijamente al espejo. Había envejecido.
Al principio habían sido algunas canas pero ahora eran arrugas.
Coincidentemente los cambios comenzaron cuando le asignaron su nuevo puesto en el comité de ciencia, pero él sabía que no era por eso. La razón era que, desde la muerte de Nova, su esposa, Daire se estaba muriendo de a pocos.
Se quedo ahí, recordando, hasta que la voz de su hija lo sacó de su trance. Dejando atrás su ánimo, salió a recibirla con una gran sonrisa.


VI.
La bodega se encontraba casi oscura, solo unas pocas luces de emergencia la iluminaban.
Dentro, se hallaban miles de cápsulas colocadas en perfecto orden. Todas opacadas por la humedad y el frío.
Corriendo, el capitán se apoyó sobre una y limpió el tablero de control. Aliviado, se dio cuenta que aun albergaba vida.
Frotó el vidrio con ansiedad, y mientras miraba el rostro dormido, le preguntó al comandante.
-¿Cuál es el estado del resto?
-El 93% se salvó, el otro 7% murió a consecuencia de los golpes, las explosiones, averías o por la falta de energía.
Se quedó callado como quien no sabe si decir o no una mala noticia.
-¿Qué más? –inquirió el capitán mientras contemplaba la cápsula.
-La energía de emergencia está fallando. Si sigue toda la nave se apagará.
El capitán asintió. Se inclinó hacia la cápsula, le dio un beso y murmuró.
-No te preocupes, no dejaré que nada les pase.
Mientras se acercaba al comandante, una vibración remeció toda la nave.
-Eso fue una explosión –exclamó el capitán.
Inmediatamente, activó su comunicador.
-Reporten su situación.
Silencio.
-Equipos, reporten su situación.
El silencio se mantuvo unos segundos cuando una voz, bastante fatigada y tosiendo, habló. Era uno de los técnicos.
-Capitán, una de las secciones ha colapsado. Apenas si puedo ver o respirar.
-¿Su compañero?
-No lo veo y no contesta a mi llamado, estoy tanteando el piso a ver si lo encuen...espere, lo encontré, parece estar bien, tratare de....
El técnico dejo de hablar.
-Maras, ¿sigue ahí?
La pena y resignación se dejó escuchar en la respuesta del técnico.
-Si señor, encontré a mi compañero pero está muerto. Ya se puede ver mejor y le digo, capitán, que la situación no es buena. Una gran sección del casco se halla al aire libre y los niveles de radiación están creciendo. Además, varias líneas de transmisión se han visto comprometidas, la verdad es que no sé cuanto tiempo podre...
Pero otra vez el silencio se apoderó de la conversación.
El capitán se disponía a llamarlo cuando el comunicador sonó de nuevo. Era el piloto.
-Reporte, teniente.
-Capitán, los niveles de radiación están afectando casi toda la nave. Pude escuchar el reporte de Maras pero recién puedo trasmitir en este cuarto. Parece que aquí existe suficiente protección contra la interferencia. Me estoy dirigiendo en este momento a ingeniería, les recomiendo que se pongan trajes de protección si piensan ir para allá.
-Estamos en camino. Ayude a Maras en todo lo que pueda. Nos vemos en unos momentos.
-Entendido.
-Señor, el piloto tiene razón, los sistemas de la nave están fallando y no pasará mucho tiempo antes que todo colapse. Tenemos que solucionar esto cuanto antes.
-No hay más que hacer acá. Vamos a ingeniería.


VII.
-Hemos estudiado su propuesta doctor, y debemos decirle que la comisión esta bastante impresionada con su informe.
Daire asintió, feliz. Habían pasado meses, casi un año desde su conversación con Rian.
-No hemos encontrado ninguna falla en su razonamiento y creemos que la información aquí detallada ha sido sometida al más estricto análisis científico.
Emocionado, Daire contestó.
-Gracias, es un honor escuchar eso, pero antes que sigan quisiera pedir un favor, y es que me asignen no como miembro del proyecto de investigación, sino como director. Verán, aquí tengo un informe preliminar sobre los requerimientos en recursos y...
Daire se calló. Algo había cambiado en el rostro de los miembros de la comisión.
Instintivamente, una fuerte presión se apodero de su pecho; era un ataque de pánico.
-Doctor –dijo el presidente de la Comisión con voz paternal-. Creo que no nos ha entendido, o mejor dicho, no me dejó terminar. Verá, aunque encontramos su propuesta un interesante, no nos podemos arriesgar a otro evento como el ocurrido dos siglos atrás. No ahora cuando tenemos un cometa que derrotar…
-Quiere decir... –interrumpió Daire con voz seca.
-Déjeme terminar por favor. Ademas, tampoco contamos con recursos adicionales. Usted sabe mejor que nadie, como miembro del comité de ciencia, que ya hemos tomado una línea a seguir y la hemos seguido por más de diez años. Simplemente no podemos seguir todas las ideas que consideremos buenas.
Daire sentía que caía por un hueco pues sabía lo que eso significaba, que no habría futuro para nadie, no habría futuro para su hija.
-Ana -murmuró.


VIII.
Casi todo fue un desastre. Al final, solo él y uno de los técnicos habían sobrevivido. El piloto había muerto evaporado cuando un conductor de plasma estalló frente a él y su comandante fue aplastado por una viga.
Una nave interestelar siempre fue un lugar peligroso.
Pero el sacrificio había valido la pena. Habían logrado estabilizar los sistemas y el flujo de energía. Sólo quedaba una última cosa por hacer: restaurarlos a su capacidad total, sino, todo sería en vano.
Para ello se necesitaban dos personas. Una en ingeniería controlando todo y haciendo los cambios conforme fuese necesarios. Una labor que solo un técnico podría hacer.
La otra persona tendría que ir afuera y redireccionar las líneas de transmisión de energía, pero eso significaba horas de trabajo con un traje de protección que solo sería efectivo por una fracción del tiempo.
Aquel que fuese afuera sabía que iba a morir. Un sacrificio digno de un héroe. Algo que solo una persona en toda la nave podía hacer.
El capitán Alento Xuye era ese hombre. Determinado como él solo, había pasado horas revisando cables, colocando nuevas líneas y reparando unidades de control como si fuese una labor más. Después de 6, terminó.
Se sentía cansado.
-¿Capitán?
-Reporte.
-Lo hizo señor, los generadores funcionan y el campo ha sido levantado. Todo estará bien.
Xuye asintió mientras miraba hacia abajo con la vista perdida, triste.
-¿Señor?
-Dígame.
-Ha sido un honor estar bajo su mando capitán. Siempre lo recordare.
-Gracias –respondió Xuye. Y tras decir eso apagó la radio.



IX.
No habría futuro para nadie.
Después de una semana de fiebre y convalecencia la idea no dejaba de dar vueltas por su cabeza. Era tan ilógico.
¿Pero quien dijo que la política era lógica?
-¿Papa?
-¿Dime mi amor?
-¿Quieres algo de tomar?
-Agua por favor.
Sonriendo, Ana se fue corriendo en busca de lo pedido.
Daire estaba sentado fuera de la casa, con descanso medico. Además de negarle su pedido, estaba prohibido de hablar sobre su idea. La idea que Daire llevaba dentro debía morir con él.
-¿Papá?
-¿Dime mi amor?
-Te ha llegado esto.
Ana le extendió un paquete blanco, sin remitente y con su nombre escrito encima.
-¿Sabes quién lo dejó?
-No, estaba en la entrada y no había nadie.
Daire iba a poner cara de preocupado pero recordó Ana había pasado días difíciles cuidando a su padre.
-Gracias, ya era hora que llegara. Sabes, porque mejor no vas a la huerta, recoges algo de fruta y me haces un jugo mixto.
Una sonrisa iluminó el rostro de la niña. Salió corriendo a recoger una canasta.
“Tal como su madre”, pensó Daire con pena.
Cuando vio que estaba lo suficientemente lejos, abrió el paquete en espera de que ocurriera algo terrible.
Pero no paso nada. Solo encontró artefacto extraño y una carta. La abrió.

“Daire,
Con consternación me he enterado la decisión del gobierno. Se que sientes una gran impotencia y crees que no hay futuro para nosotros.
No te lo quise decir ese día pero no eres el primero al que se le ocurre esa idea. Contigo, somos más de diez los que han firmado el acta de silencio.
Bienvenido, pues, al club de los mudos.
Pensarás que fui un mal amigo al no decírtelo antes, pero yo también he firmado el mismo papel que tú.
Es por eso que todos hemos creado un consuelo, uno que da esperanza donde no la hay. Es un mensaje del pasado que hemos compartido con cada nuevo integrante.
Este mensaje fue grabado por el capitán Alento Xuye, justo antes de morir.
Si sabes algo de historia, y estoy seguro de ello, sabrás que este mensaje tiene 656 años de grabado.
Espero que, al igual que al resto de nosotros, te brinde algo de paz en el remolino de confusión, miedo y odio en el que te encuentras.”

La carta no estaba firmada, pero Daire sabía que era de Rian.
Dejó la carta al lado y analizó el artefacto. Increíble que algo como eso durara tanto tiempo. Era una pena que ya no contaran con ese nivel de tecnología.
Sin poder esperar más, activó la grabación.


X.
Xuye se sentó sobre la arena y apoyó su cabeza sobre el casco de la nave. La radiación había comenzado a afectarlo. No le quedaba más que una cosa por hacer, un acto final antes de morir.
Prendió el trasmisor y activó su bitácora.
Estuvo callado por un rato, viendo el mundo muerto al que los había traído.
No les sería fácil, pasarían muchas penurias y quizá no sobrevivirían. Pero eso no importaba, esa era la lucha de los que vendrían después de él. Su trabajo había terminado.
Excepto por eso que le faltaba.
Respiró con fuerza y se quitó el casco para sentir el calor y la brisa del desierto.
Moriría más rápido pero por lo menos sentiría el mundo en el que iba a morir.
Cogió un poco de arena y mientras la miraba empezó a hablar.
-Lo hice. Se que me ha costado la vida, pero no interesa. Muero feliz al saber que lo he logrado. Creerás que falte a mi promesa pero no fue así, yo te juré que los tres llegaríamos vivos a nuestro destino y así ha sido. Como verás, nunca falté a mi palabra. He visto tu rostro detrás del vidrio, durmiendo el más dulce de los sueños. Y ha sido acá, en este planeta. Y es aquí donde he hecho el sacrificio final, mi vida para que ustedes vivan. No tengo miedo de morir pero si tristeza porque volveremos a vernos. Sin embargo siento que estoy a tu lado, siento que estas aquí conmigo mirando el sol y el mar de arena que se extiende por el horizonte. Que días hemos pasado, cuantas noches de alegría al saber que estabas a mi lado, respirando. Que contemplación más celeste en cada mañana, saber que existías y que eras mía. Cuántas sonrisas, cuántas veces al solo verte. Me has hecho feliz como nadie más me hubiese hecho. Yo siempre te he amado, siempre te amé, incluso antes de conocerte, y siempre te amaré, porque tú eres lo que siempre busqué, la ilusión y la esperanza hecha mujer. Recuérdame...


XI.
No había más.
Habían pasado cientos de años desde que Xuye había narrado esa carta a su esposa, pero las palabras aun mantenían vivo su espíritu.
Cerró los ojos y sonrió.
A lo lejos se escuchaban los pasos de Ana, la esperanza.

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