El Sentido

"When rats leave a sinking ship,
where exactly do they think they're going?"
- Douglas Gauck.


El contador se sacó los lentes y se frotó los ojos con la mano. Había terminado por fin y luego de 12 horas de molesto trabajo ya podía irse a su casa.

El quedarse en el trabajo hasta tan tarde era algo que normalmente sucedía sólo una o dos veces al año, pero últimamente la frecuencia había aumentado mucho… siete veces en éste mes solamente… el contador era una persona con mucho temor al cambio así que la idea de buscar otro trabajo tuvo solo una décima de segundo de vida en su cerebro.

Se puso el saco con cuidado, notando que tenía unas pequeñas arrugas que no estaban ahí en la mañana, y se ajustó la corbata. Ejercicios para el cuello mientras caminaba hacia la puerta, tal como había recomendado el doctor. Respirar profun-damente para evitar el estrés.

Alguien venía en dirección contraria por el pasillo. Era el gordo. Típico. La única otra persona que solía trabajar hasta tan tarde era él; parecía muy buena persona, pero como el gordo era ingeniero de sistemas el contador siempre había asumido que no existía un tema común de conversación, así que nunca habían pasado más allá de los saludos de cortesía.

Sin embargo, quién sabe por qué -tal vez por la respiración profunda anti-estrés y por el hecho de que ya había terminado su trabajo del mes y merecía relajarse un poco- en esta oportunidad el contador pensó que quizás era buena idea conversar un rato con el gordo. Un saludo, preguntar en que estaba trabajando (aunque el contador sabía que no había posibilidad de entender una pizca de la respuesta), una queja sobre el ritmo de trabajo, una despedida.

-Hola –le dijo al gordo- trabajando hasta tarde otra vez, ¿eh?
-Oh, hola –el gordo parecía sorprendido- sí, bueno… en realidad es algo así.
-Sí pues… es el colmo, ¿no?, hacernos trabajar hasta tan tarde… bueno, nos vemos, saludos a la familia.
-No, no… yo me quedo porque quiero, en realidad ya terminé mi trabajo hace horas.

El contador, que ya había empezado a caminar de nuevo hacia la puerta, se detuvo. No entendía. ¿Por qué alguien querría quedarse en la oficina si ya había terminado todo el trabajo?

Recordó algo que le habían comentado acerca del gordo. Un amigo en Recursos Humanos le había contado durante un almuerzo que el gordo era, según los exámenes de aptitud, un genio. Recursos Humanos lo había recomendado para jefe de proyectos. Sin embargo, el gordo había insistido en trabajar para el área de soporte aunque la paga fuera bastante menor y el trabajo menos retador.

En aquel momento, la solución le pareció obvia al contador: el gordo era un mediocre. Tanto talento desperdiciado. Seguro buscaba trabajar en algo fácil para poder descansar todo el tiempo. Sin embargo ahora, al asimilar esta nueva conversación, todo resultaba muy sospechoso. Misterioso incluso. Enigmático. Algo malo tenía que estar tramando el gordo. ¿No le estaría robando dinero a la empresa? ¿Planeando algún fraude? ¿Vendiendo información a la competencia?

Su sentido del deber y lealtad le dijeron al contador que tenía que quedarse un momento más, entablar una conversación sin ser tan obvio, arrancarle información. El gordo no tenía muchos amigos, seguro vivía rogando que alguien le dirigiese la palabra. Sería fácil que confiese todo sin darse cuenta.

-Oye, mira –le dijo al gordo- yo todavía no he terminado mi trabajo, pero me estoy tomando un descanso… ¿por qué no te acompaño a tu sitio? Cosa que me relajo un poco, tú sabes.
-Bueno, claro, vamos. Yo también estaba dando una vueltita para relajarme. Mi sitio es por allá en el refrigerador ¡je je! Así es como le llamamos al cuarto de los servidores.

El pulso del contador se había acelerado. Una misión peligrosa; el gordo podía ser un loco, un asesino en serie. A decir verdad, hacía unos días que no veía al mensajero del área de finanzas. La gente decía que estaba resfriado, pero… ¿y si el gordo le había hecho algo? ¿Si lo tenía escondido en algún lugar, detrás de uno de esos servidores del tamaño de roperos? El pulso más rápido aún. Pero valía la pena el riesgo por la empresa. Tal vez lo podían ascender. Tal vez ya no se tendría que quedar a trabajar hasta tan tarde, tan seguido.

Llegaron al lugar donde trabajaba el gordo. Muy ordenado. Demasiado. Cuatro computadoras, todas funcionando. Demasiadas. Un dibujito del Ying-Yang en la pared. Medio comunista tal vez. Un libro de sociología. ¿Un terrorista?

-Y ¿en qué estás trabajando?
-Bueno –respondió el gordo- es una pequeña simulación que he diseñado. Por mi cuenta es decir. He trabajado en ella los últimos 2 años… obviamente no en horas de oficina, claro.
-¿Por tu cuenta? ¿No es trabajo?
-No, por eso me quedo hasta tan tarde. Es algo personal.

¿Sería posible? El contador sintió que se desvanecía la emoción. ¿Sería posible que la explicación fuera tan sencilla? ¿El gordo era solo un nerd de esos que salen en las películas de bajo presupuesto? ¿Uno de esos que son muy inteligentes pero que su idea de esparcimiento es quedarse en el trabajo con cuatro com-putadoras programando algo? Qué desilusión.

-Ah… ya veo –dijo- es algo así como un juego…
-No, no es un juego, no. Es una simulación. Es una idea que se me había ocurrido ya hace tiempo, cuando joven, pero no sabía como probarla porque no contaba con los equipos necesarios. Entonces vine aquí y en esta empresa hay equipos muy potentes, entonces…
-Claro, claro.

Maldición, el marciano ya se había emocionado y pensaba que a él le interesaba el tema; tenía que buscar una manera de excusarse.

-Pero, ¿te das cuenta que usar los equipos de la compañía para fines personales está prohibido, no? Muy mal.
-Pero yo lo hago en mi tiempo libre…
-Sí, sí, pero igual, muy mal. Mira, mejor me voy. Yo no voy a decir nada, no te preocupes ¿eh? Pero no quiero estar relacionado ¿entiendes? No quiero tener nada que ver con tu simulación.
-Ah, pero sí tiene algo que ver con usted… de eso se trata justamente, es una simulación de todos nosotros. De hecho la aparición de una persona interesada en el segundo año estaba prevista en la primera iteración.

¿De qué estaba hablando este desquiciado?

-¡Pero yo no estoy interesado, te digo!
-Lo sé, lo sé. Está intrigado, pero no interesado. Como le dije era predecible en la primera iteración cuando todavía tomaba en consideración la contradicción.

Había que seguirle la corriente mientras pensaba en algo.

-Mira, muy interesante, la contradicción por supuesto.
-Así es. El Hombre es contradictorio. Uno quiere ser famoso, pero a la vez estar tranquilo. Quiere ser único, pero a la vez pertenecer a un grupo. Ser parte de una familia, pero a la vez ser independiente. Buscar la máxima calidad, pero a la vez el mínimo esfuerzo
-¡Claro! ¡Exigir el mejor trabajo pero pagar lo menos posible!
La exclamación sorprendió al mismo contador. ¿De dónde había surgido eso? El estrés. Respirar, respirar.
-Bueno, casi, casi. Pero de pronto se ha puesto usted pálido. Venga, siéntese aquí mientras le cuento el resto.
-El resto… claro…

El contador se sentó. Mejor dejar que acabe de contar todo y así se podría ir sin quedar mal.

-Entonces, luego de la primera iteración me di cuenta que no podía seguir usando las múltiples variables de la contradicción, demasiado complicado. Pasé meses dándole vueltas a la idea en mi cabeza. Pero luego me inspiré.

El gordo señaló a la pared. El símbolo del Ying-Yang.

-Me inspiré en eso. Me dio la respuesta.
-La respuesta, claro… el Ying-Yang…
-Exacto. En un grupo debidamente grande, con dos opciones contradictorias, se puede asumir que la mitad de los individuos optaran por la primera opción y la otra mitad por la segunda. De esta manera, siempre existirán los dos lados en balance u oposición. El resultado será el mismo sin importar las individualidades. Es imposible saber si una persona en particular elegirá A o B, pero la sociedad en su conjunto tendrá ambas posibilidades balanceadas.
-Las individualidades…
-Así es. Con un grupo grande todo se hacía más fácil así que era mejor trabajar de frente con toda la raza humana. De esa manera, anulaba el efecto de las motivaciones personales.
-Simular la raza humana… ajá.

La cosa comenzaba a tener sentido nuevamente… el gordo quería simular a las personas… todavía era posible obtener ese ascenso. El gordo loco podía haber diseñado sin darse cuenta una fuente de información muy útil. Y la información útil es dinero.

-Qué buena idea, una simulación de los hábitos de los consumidores… ¡Nos van a ascender si funciona!
-¿Cómo? No, no… no es sólo eso, es todo.
-¿Todo?
-Todo.
-¿Cómo… todo?

Esta vez el gordo respiró hondo.

-Todo. El programa de computadora que he diseñado parte del inicio de la raza humana y basado en las variables que le he comentado, predice qué sucede a medida que pasa el tiempo. Con los últimos cambios toda la historia conocida ha encajado perfectamente. Ahora que ya sé que funciona estoy simulando a toda la raza humana para ver a dónde vamos desde aquí.
-Y… ¿a dónde vamos?
-Esa es la respuesta que estoy esperando. Ya van dos horas de proceso en la máquina.

No cabía duda. El gordo estaba loco. Inofensivo, pero loco. En fin, había sido divertido. Mejor bajarlo de su nube antes de que se vuelva más loco.

-Mira, yo te entiendo. Muy bonito tu plan y todo. Pero hay una objeción. Si anulas todas las opciones contradictorias en tu simulación, la sociedad no avanzaría hacia ningún lado, las fuerzas se cancelan.
-Un sistema cuya salida es cero.
-Como quieras. Pero esto no es así, la sociedad se mueve.
-Es cierto, al darme cuenta de eso consideré dos posibilidades.

Una, estoy loco. Dos, tomo demasiada cafeína.

-¿Qué posibilidades?
-Uno, que hay fuerzas externas al sistema que nos llevan a algún lado. Dos, que hay motivaciones sin contraparte que no se cancelan en el sistema.
-Ajá… ¿y, cuál es la mejor opción?
-Descarté la primera porque, si bien existen esas fuerzas, son aleatorias y en el tiempo deberían empujar hacia todas las direc-ciones y no hacia una en particular. La segunda opción es la más probable.
-Pero, ¿cuáles son esas motivaciones sin contraparte?
-El deseo de saber quién soy y por qué soy. El deseo de trascender al tiempo y a la muerte. El deseo de explicar el universo.
-Las preguntas sin respuesta.
-No importa si esas preguntas tienen respuesta o no; lo im-portante es que existen y generan cosmologías, religiones, gobiernos, filosofías, etc. Es en ese sentido en el cual se mueve la sociedad. Las únicas motivaciones que importan y que no se simplifican en el sistema, las que no dan cero.
-Ajá… ¿y qué hacemos entonces?
-Esperar un momento a que termine de correr la última simulación y veremos hacia dónde se dirige la raza humana.
-¿Esperamos cuánto exactamente?
-Cuatro horas más… creo…
-Estás loco. Me voy.
-Pero, ¿no te interesa saber? ¿No tienes alguna pregunta acerca del futuro que necesite respuesta?
-Claro, claro… Mira –el contador tomó un papel de la mesa y sacó su lapicero del bolsilo- este es mi número de celular. Entonces yo me voy a mi casa a dormir y tú me mandas un mensaje de texto y me cuentas si el planeta se destruye o algo así… ya está, me cuentas sobre la sobrepoblación, tú sabes, los chinos con muchos hijos y eso… me mandas el mensaje y yo lo leo en la mañana. ¿Qué tal?
-Bueno, pero…
-Eso. Muy bien. Buenas noches. ¡Y muchas gracias! Chau.

El contador salió lo más rápido que pudo. Le había caído bien el loquito, pero ya era mucho pedir quedarse cuatro horas. Llegó a su auto y manejó con sueño. Directo a su departamento y a la cama, luego de lavarse los dientes.

Esa noche, el contador durmió profundamente. Tenía mucho sueño y su trabajo del mes estaba terminado.


A la mañana siguiente, mientras manejaba al trabajo se acordó del mensaje de texto en el celular, pero era muy peligroso usar el celular mientras manejaba así que esperó a llegar a la oficina. Decía: “¡Sí!”. Típico. ¿”Sí” qué? La gente de sistemas nunca daba respuestas claras.
Toda la mañana trabajó apurado porque sospechaba que el gordo aparecería por su sitio a interrumpirlo con algo. Pero eso, afortunadamente, no pasó.

A la hora de almuerzo, se sentó en un rincón y comió lo más rápido que pudo, pero no lo vio en la cafetería. Extraño.

A la hora de salida, decidió que era tal vez buena idea buscarlo. Probablemente se había quedado dormido y había descuidado su trabajo.

Fue hasta el cuarto de servidores, pero el gordo no estaba. También habían desaparecido el libro y el dibujo. El contador vio sobre la mesa, un sobre con su nombre. Seguro era una nota que el gordo le había dejado para hacerle perder el tiempo leyéndola a pesar de que no había venido a trabajar o algo así. Y que descaro, dejarlo ahí a la vista de todos. Ahora todos iban a saber que el contador y el gordo se conocían. Lo guardó en su bolsillo y regresó a su sitio a apagar la computadora.

En la puerta de salida preguntó a la persona de seguridad si sabía algo sobre el gordo. No sabía, no lo había visto en ese turno. Revisando las notas del turno anterior encontraron algo. Al parecer el gordo había renunciado en la mañana y se había ido muy rápido sin dar explicaciones.
Sacó el sobre del bolsillo y consideró las posibilidades. Al abrirlo encontró una hoja escrita a mano con letra apurada.

Pensó en las consecuencias.

El contador dobló la hoja en cuatro y la botó al tacho. Luego se subió a su auto y manejó a casa, donde con algo de suerte y con ayuda de la televisión habría olvidado todo para la noche.
Esa madrugada, un limpiador del edificio encontró la nota y la leyó sin entenderla bien. Decía:

“Hola, disculpa el apuro. El programa funciona y no tienes idea las cosas que ahora sé. Estoy volviéndome loco, pensando en lo que se viene.

Ah, tu pregunta fue muy fácil de deducir. El número de per-sonas en la especie crecerá exponencialmente y digamos que no somos muy respetuosos con respecto al medio ambiente. Yo pensé que ya no estábamos creciendo tanto cómo se pensaba hacía unos años. La gente en algunos países tiene pocos hijos o ninguno. Y de rato en rato aparece alguna epidemia para balan-cear las cosas. Pero la simulación muestra otra historia. Al parecer las epidemias las causamos nosotros; el planeta es más sutil, después de todo no tiene ningún apuro.
La simulación predice que los líderes no harán caso y es en-tendible. La fecha tope para llenar el planeta, para crecer por sobre nuestra capacidad de producir recursos, es el año 2010. El colapso llegará sin duda, pero la naturaleza es sabia así que el planeta seguirá con vida.
El planeta, pero no la raza humana.

A menos que actuemos a tiempo.

Me voy a casa, tengo que perfeccionar esta idea, hacer algo para cambiar la forma de pensar de la gente. La inercia más grande no es la resistencia a empezar a moverse, sino la resisten-cia a cambiar de rumbo. Voy a necesitar toda la ayuda posible así que por favor llámame, mi número debe estar en tu celular. Cuídate amigo.”


Esa noche, el contador volvió a dormir muy bien… pero el limpiador no.

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