Cualquiera que observara la escena se supondría loco. Un hombre de unos 30 años, con espesa barba negra y gruesos lentes, vestido con un jean gastado y una camisa a cuadros. A su lado, un humanoide metálico de un metro y medio de altura con dos cámaras de alta resolución en lugar ojos y sujetando un diccionario de sinónimos en una de sus manos de aluminio. Ambos personajes se encontraban sentados sobre la arena de una playa privada en América del Sur.
Afortunadamente, nadie más se encontraba en aquel lugar para observarlos y eso era justamente parte del plan.
Para Marko Parga, el barbudo y miope Jefe del Laboratorio de Inteligencia Artificial de Industrias Luna, su acompañante era un viejo conocido. Si bien sólo hacía dos semanas había visto por primera vez su cuerpo de aluminio, Parga tenía casi 35 años invertidos en la programación de la inteligencia artificial que estaba en su interior.
El humanoide, conocido como Lenny, era el primer prototipo de lo que Industrias Luna esperaba que fuera el primer modelo de robot indudablemente inteligente. Parga, que había crecido entre libros de ciencia ficción y que además era un gran entusiasta de las películas clásicas del género, había pensado en ponerle S4T4 o algo semejante. Pero algún gracioso de marketing en la empresa pensó que un nombre más humano podría ayudar a que el robot fuera más aceptado. En fin, tal vez todavía podría pelear por “R. Lenny” al menos.
Los humanoides de aluminio no eran algo tan insólito en esos días. Lo que era realmente novedoso en Lenny era precisamente el modo en el que había sido programada su inteligencia. El robot era sumamente hábil para establecer patrones entre diferentes datos y para relacionar ideas. Eso le permitía percibir el mundo de una manera similar a la de un ser humano, basado en experiencias pasadas. El único problema que Marko había encontrado era que el programa tendía a crear paradigmas y a veces asumía las cosas sin comprobar antes su validez. Para compensar este detalle, Marko había programado un muy alto nivel de curiosidad.
El plan de Marko, y lo que más le había gustado a la alta dirección, era hacer que Lenny aprendiera cuanto más fuera posible durante unos años. Luego toda esa experiencia podía ser copiada en los modelos de producción que salieran a la venta. Marko imaginaba cientos de Lennys en los lugares más insólitos, continuando con su aprendizaje a medida que realizaban sus labores diarias. Después de un par de años y como parte del proceso de mantenimiento todas las experiencias nuevas serían recuperadas y aumentadas a la fuente original. De esta manera, los nuevos modelos de Lenny saldrían al mercado con mucho más conocimiento y experiencia. Y el ciclo se repetiría hasta... ¿quién podría decir hasta dónde llegarían? Marko se sentía emocionado y feliz de sólo tratar de imaginarlo.
Luego de unos meses de probar la última versión del prototipo sin inconvenientes, había resultado obvio que las restricciones al aprendizaje inicial venían del hecho de estar encerrados en un laboratorio. Marko había conseguido autorización para mover el software de inteligencia a un nuevo prototipo de cuerpo de aluminio para robots que se había desarrollado en una de las empresas del grupo. De alguna manera, había logrado convencer a la alta dirección que la mejor forma de seguir con la investigación era llevarse el robot fuera del laboratorio para que aprendiera cosas nuevas.
La alta dirección no aceptó de inmediato. Luego de varias negociaciones, se llegaron a algunos acuerdos. Primero: el robot sería llevado a una propiedad privada de la empresa en una zona segura y controlada. Segundo: la zona en cuestión sería una de las playas privadas que la empresa mantenía en la Tierra para sus altos ejecutivos, de manera que Lenny estuviera en un ambiente similar al habitado por los posibles clientes futuros. Tercero: Parga estaba obligado a presentar reportes diarios de los avances.
Las cosas no podían estar saliendo mejor para Marko. Todos los días al despertarse se encontraba en una casa de lujo frente a la playa y tenía a su disposición la más potente inteligencia artificial inventada a la fecha. Además Lenny realmente mostraba grandes avances. Y por si eso fuera poco, no había ninguna otra persona a varios kilómetros a la redonda. Estupendo.
-¿Qué opinas Lenny? –le dijo al robot. Habían estado observado la puesta del sol por tercera vez.
-Fue más intensa que la de hace dos días, pero no tanto como la de hace un día.
-¿Intensa? Ah, ya entiendo. –Lenny estaba equipado con un gran conjunto de sensores que le permitían detectar prácticamente todo el espectro electromagnético. Luz visible, infrarrojo, microondas, rayos X, rayos ultravioleta, ondas de radio... probablemente estaba juzgando la puesta de sol en base a los registros de estas mediciones.
Marko sabía que resolver ese problema era la siguiente etapa de su proyecto. Si bien Lenny era capaz de entender qué era una puesta de sol y de reconocer una en cuanto ésta sucediera, todavía no sabía valorarla en términos de belleza. Si lograba hacer que Lenny entendiera eso habría dado un gran paso.
-Mira Lenny –le dijo- Me gustaría que seas capaz de evaluar ciertas cosas en términos de belleza, de esa manera podrías mantener una conversación más interesante con alguna persona. Sin embargo, es una tarea difícil, ya que yo mismo no tengo claro cuáles son lo criterios que los humanos usamos para definir la belleza. ¿Qué me sugieres?
Ya antes Marko había usado ésta táctica con éxito: preguntarle al robot la solución a algún problema de su propio aprendizaje. Lenny siempre respondía en los términos de sus limitaciones, así Marko evitaba el trabajar en la dirección equivocada.
Lenny pensó por unos segundos y luego dijo:
-Es fácil. Observaremos las cosas que quieres que evalué, primero los dos juntos. Luego de la observación, tú me puedes dar tu opinión cualitativa sobre la belleza del fenómeno observado. Después de un número suficientemente grande de observaciones habré formado suficientes patrones para juzgar la belleza de fenómenos futuros del mismo tipo.
-¡Ajá! No era lo que tenía en mente, pero tendrá que ser de ese modo, me parece lógico. Después de todo, ¿quién sabe? Tal vez nosotros actuamos de una manera parecida. Dime, ¿cuántas observaciones juzgas suficientes para formar un buen patrón?
-Depende de la complejidad del fenómeno. Pero con unas 200 observaciones tendría una cantidad suficiente de datos para una tasa de aciertos de más del 50%.
-En ese caso, tenemos que probar con otra cosa y ya no con puestas de sol. ¿Obras de arte tal vez? No, aquí no hay muchas y un holograma no es lo mismo... Te diré algo, tengo en la casa unas 60 cintas de música clásica. Pediré que me manden algunas más y toda esta semana quiero que te dediques a escuchar las sinfonías, conciertos, cantatas y todo lo que puedas. Al final de la semana me cuentas cómo te fue.
-Empiezo ahora mismo.
-No, no. Pensándolo bien, que sea en las noches, mientras yo duermo. No importa si te toma dos semanas pero así podemos aprovechar los días para seguir trabajando en otras cosas.
Y esa noche, mientras Marko se acostaba para dormir, Lenny se quedó en el estudio escuchando una cinta de Bach.
A medida que pasaban los días, Marko había notado un fuerte interés del robot en la música. Sabía que todo era una respuesta programada por él mismo en las rutinas que controlaban la curiosidad, pero no podía dejar de sentir en Lenny algo que parecía un genuino interés.
Decidió no discutir sobre el tema hasta el fin de las dos semanas, para mantener el experimento sin influencias externas hasta conocer el resultado. Sólo se dedicaba a continuar durante el día con ejercicios de modulación de voz y ciertas pruebas básicas para llenar los reportes a la alta dirección.
A medida que se acercaba el último día, Marko empezó a sentir algo de tristeza por el pobre Lenny. Para el robot, las hermosas sinfonías no eran más que un conjunto de ondas sono-ras registradas en sus sensores; y si bien era muy probable que llegara a determinar los componentes de la belleza en una composición musical, jamás podría realmente apreciarlas como lo hace un ser humano.
Simplemente no era lo mismo.
Marko se imaginaba a sí mismo observando las ondas de sonido de una sinfonía en un espectroscopio. Probablemente habría cierta belleza en las ondas y su movimiento. Después de un tiempo podría, como Lenny, identificar patrones en las ondas y decidir, sin oírla, cuándo una sinfonía era hermosa. Pero la experiencia sería tristemente incompleta. Lo mismo le pasaba a Lenny.
Y fue en medio de estos pensamientos que el día llegó. Cuando Marko juzgó que era suficiente, Lenny había escuchado y analizado más de 150 horas de música.
-Bueno Lenny –le dijo- ¿Cómo te fue?
-Muy bien Marko. He logrado identificar con un 99.98% de precisión los factores adecuados para que una melodía sea considerada hermosa por un ser humano.
-Vaya. Excelente. Entonces te preguntaré directamente, porque la curiosidad me mata. ¿Cuál de todas las que has escuchado te parece la más hermosa?
-La que califica como la más hermosa es por una gran ventaja la que estamos escuchando en este momento.
-¿Ahora? Un momento Lenny, no estamos escuchando nada.
-Por supuesto, mis sensores la registran. La han estado registrando desde que llegamos. ¿Tus sensores no la registran Marko?
-¿Mis sensores? Mis oídos... no Lenny, no registro nada... por favor explícame al detalle lo que me quieres decir.
-Es extraño Marko. ¿Cuál es el rango de respuesta de tus sensores?
-¿Eh? Te refieres a... bueno, creo que nunca te mencioné ese detalle. Un ser humano normal puede sentir ondas de sonido entre unos 20 y unos 20000 hertz...
-Ya entiendo. En ese caso, no puedes registrarla Marko. Es una pena, la sinfonía más hermosa, según mis análisis, es una que se escucha permanentemente pero en una frecuencia bastante más baja. Me parece que es el sonido de tu mundo. Yo sí puedo sentirlo y estoy seguro de que, bajo tus estándares, te parecería hermoso.
-Es... es una pena en realidad. A mi me encantaría... no sabía que me estaba perdiendo de algo...
-He notado, Marko, que no es el caso solamente de las ondas de sonido. Al parecer tus sensores están bastante limitados y sólo puedes apreciar un segmento muy pequeño del espectro electromagnético.
-¿Ah... si?
-Sí. Por ejemplo, estas puestas de sol. Tú sólo las juzgas en base a las ondas que percibes y que son las que se encuentran en el rango de lo que conoces como los colores violeta y rojo. Pero eso es sólo una muy pequeña parte de la experiencia total. Tu concepto de una puesta de sol hermosa es bastante incompleto.
-Lo es...
-Y ni qué decir de la radiación que emite el universo mismo. Tal vez lo más hermoso que he registrado.
-Lenny. Por favor terminemos aquí el experimento. Estoy algo cansado y quiero dormir. Hablamos mañana.
-Por supuesto.
Los dos se quedaron sentados, mirando la puesta de sol.
El Sentido
"When rats leave a sinking ship,
where exactly do they think they're going?"
- Douglas Gauck.
where exactly do they think they're going?"
- Douglas Gauck.
El contador se sacó los lentes y se frotó los ojos con la mano. Había terminado por fin y luego de 12 horas de molesto trabajo ya podía irse a su casa.
El quedarse en el trabajo hasta tan tarde era algo que normalmente sucedía sólo una o dos veces al año, pero últimamente la frecuencia había aumentado mucho… siete veces en éste mes solamente… el contador era una persona con mucho temor al cambio así que la idea de buscar otro trabajo tuvo solo una décima de segundo de vida en su cerebro.
Se puso el saco con cuidado, notando que tenía unas pequeñas arrugas que no estaban ahí en la mañana, y se ajustó la corbata. Ejercicios para el cuello mientras caminaba hacia la puerta, tal como había recomendado el doctor. Respirar profun-damente para evitar el estrés.
Alguien venía en dirección contraria por el pasillo. Era el gordo. Típico. La única otra persona que solía trabajar hasta tan tarde era él; parecía muy buena persona, pero como el gordo era ingeniero de sistemas el contador siempre había asumido que no existía un tema común de conversación, así que nunca habían pasado más allá de los saludos de cortesía.
Sin embargo, quién sabe por qué -tal vez por la respiración profunda anti-estrés y por el hecho de que ya había terminado su trabajo del mes y merecía relajarse un poco- en esta oportunidad el contador pensó que quizás era buena idea conversar un rato con el gordo. Un saludo, preguntar en que estaba trabajando (aunque el contador sabía que no había posibilidad de entender una pizca de la respuesta), una queja sobre el ritmo de trabajo, una despedida.
-Hola –le dijo al gordo- trabajando hasta tarde otra vez, ¿eh?
-Oh, hola –el gordo parecía sorprendido- sí, bueno… en realidad es algo así.
-Sí pues… es el colmo, ¿no?, hacernos trabajar hasta tan tarde… bueno, nos vemos, saludos a la familia.
-No, no… yo me quedo porque quiero, en realidad ya terminé mi trabajo hace horas.
El contador, que ya había empezado a caminar de nuevo hacia la puerta, se detuvo. No entendía. ¿Por qué alguien querría quedarse en la oficina si ya había terminado todo el trabajo?
Recordó algo que le habían comentado acerca del gordo. Un amigo en Recursos Humanos le había contado durante un almuerzo que el gordo era, según los exámenes de aptitud, un genio. Recursos Humanos lo había recomendado para jefe de proyectos. Sin embargo, el gordo había insistido en trabajar para el área de soporte aunque la paga fuera bastante menor y el trabajo menos retador.
En aquel momento, la solución le pareció obvia al contador: el gordo era un mediocre. Tanto talento desperdiciado. Seguro buscaba trabajar en algo fácil para poder descansar todo el tiempo. Sin embargo ahora, al asimilar esta nueva conversación, todo resultaba muy sospechoso. Misterioso incluso. Enigmático. Algo malo tenía que estar tramando el gordo. ¿No le estaría robando dinero a la empresa? ¿Planeando algún fraude? ¿Vendiendo información a la competencia?
Su sentido del deber y lealtad le dijeron al contador que tenía que quedarse un momento más, entablar una conversación sin ser tan obvio, arrancarle información. El gordo no tenía muchos amigos, seguro vivía rogando que alguien le dirigiese la palabra. Sería fácil que confiese todo sin darse cuenta.
-Oye, mira –le dijo al gordo- yo todavía no he terminado mi trabajo, pero me estoy tomando un descanso… ¿por qué no te acompaño a tu sitio? Cosa que me relajo un poco, tú sabes.
-Bueno, claro, vamos. Yo también estaba dando una vueltita para relajarme. Mi sitio es por allá en el refrigerador ¡je je! Así es como le llamamos al cuarto de los servidores.
El pulso del contador se había acelerado. Una misión peligrosa; el gordo podía ser un loco, un asesino en serie. A decir verdad, hacía unos días que no veía al mensajero del área de finanzas. La gente decía que estaba resfriado, pero… ¿y si el gordo le había hecho algo? ¿Si lo tenía escondido en algún lugar, detrás de uno de esos servidores del tamaño de roperos? El pulso más rápido aún. Pero valía la pena el riesgo por la empresa. Tal vez lo podían ascender. Tal vez ya no se tendría que quedar a trabajar hasta tan tarde, tan seguido.
Llegaron al lugar donde trabajaba el gordo. Muy ordenado. Demasiado. Cuatro computadoras, todas funcionando. Demasiadas. Un dibujito del Ying-Yang en la pared. Medio comunista tal vez. Un libro de sociología. ¿Un terrorista?
-Y ¿en qué estás trabajando?
-Bueno –respondió el gordo- es una pequeña simulación que he diseñado. Por mi cuenta es decir. He trabajado en ella los últimos 2 años… obviamente no en horas de oficina, claro.
-¿Por tu cuenta? ¿No es trabajo?
-No, por eso me quedo hasta tan tarde. Es algo personal.
¿Sería posible? El contador sintió que se desvanecía la emoción. ¿Sería posible que la explicación fuera tan sencilla? ¿El gordo era solo un nerd de esos que salen en las películas de bajo presupuesto? ¿Uno de esos que son muy inteligentes pero que su idea de esparcimiento es quedarse en el trabajo con cuatro com-putadoras programando algo? Qué desilusión.
-Ah… ya veo –dijo- es algo así como un juego…
-No, no es un juego, no. Es una simulación. Es una idea que se me había ocurrido ya hace tiempo, cuando joven, pero no sabía como probarla porque no contaba con los equipos necesarios. Entonces vine aquí y en esta empresa hay equipos muy potentes, entonces…
-Claro, claro.
Maldición, el marciano ya se había emocionado y pensaba que a él le interesaba el tema; tenía que buscar una manera de excusarse.
-Pero, ¿te das cuenta que usar los equipos de la compañía para fines personales está prohibido, no? Muy mal.
-Pero yo lo hago en mi tiempo libre…
-Sí, sí, pero igual, muy mal. Mira, mejor me voy. Yo no voy a decir nada, no te preocupes ¿eh? Pero no quiero estar relacionado ¿entiendes? No quiero tener nada que ver con tu simulación.
-Ah, pero sí tiene algo que ver con usted… de eso se trata justamente, es una simulación de todos nosotros. De hecho la aparición de una persona interesada en el segundo año estaba prevista en la primera iteración.
¿De qué estaba hablando este desquiciado?
-¡Pero yo no estoy interesado, te digo!
-Lo sé, lo sé. Está intrigado, pero no interesado. Como le dije era predecible en la primera iteración cuando todavía tomaba en consideración la contradicción.
Había que seguirle la corriente mientras pensaba en algo.
-Mira, muy interesante, la contradicción por supuesto.
-Así es. El Hombre es contradictorio. Uno quiere ser famoso, pero a la vez estar tranquilo. Quiere ser único, pero a la vez pertenecer a un grupo. Ser parte de una familia, pero a la vez ser independiente. Buscar la máxima calidad, pero a la vez el mínimo esfuerzo
-¡Claro! ¡Exigir el mejor trabajo pero pagar lo menos posible!
La exclamación sorprendió al mismo contador. ¿De dónde había surgido eso? El estrés. Respirar, respirar.
-Bueno, casi, casi. Pero de pronto se ha puesto usted pálido. Venga, siéntese aquí mientras le cuento el resto.
-El resto… claro…
El contador se sentó. Mejor dejar que acabe de contar todo y así se podría ir sin quedar mal.
-Entonces, luego de la primera iteración me di cuenta que no podía seguir usando las múltiples variables de la contradicción, demasiado complicado. Pasé meses dándole vueltas a la idea en mi cabeza. Pero luego me inspiré.
El gordo señaló a la pared. El símbolo del Ying-Yang.
-Me inspiré en eso. Me dio la respuesta.
-La respuesta, claro… el Ying-Yang…
-Exacto. En un grupo debidamente grande, con dos opciones contradictorias, se puede asumir que la mitad de los individuos optaran por la primera opción y la otra mitad por la segunda. De esta manera, siempre existirán los dos lados en balance u oposición. El resultado será el mismo sin importar las individualidades. Es imposible saber si una persona en particular elegirá A o B, pero la sociedad en su conjunto tendrá ambas posibilidades balanceadas.
-Las individualidades…
-Así es. Con un grupo grande todo se hacía más fácil así que era mejor trabajar de frente con toda la raza humana. De esa manera, anulaba el efecto de las motivaciones personales.
-Simular la raza humana… ajá.
La cosa comenzaba a tener sentido nuevamente… el gordo quería simular a las personas… todavía era posible obtener ese ascenso. El gordo loco podía haber diseñado sin darse cuenta una fuente de información muy útil. Y la información útil es dinero.
-Qué buena idea, una simulación de los hábitos de los consumidores… ¡Nos van a ascender si funciona!
-¿Cómo? No, no… no es sólo eso, es todo.
-¿Todo?
-Todo.
-¿Cómo… todo?
Esta vez el gordo respiró hondo.
-Todo. El programa de computadora que he diseñado parte del inicio de la raza humana y basado en las variables que le he comentado, predice qué sucede a medida que pasa el tiempo. Con los últimos cambios toda la historia conocida ha encajado perfectamente. Ahora que ya sé que funciona estoy simulando a toda la raza humana para ver a dónde vamos desde aquí.
-Y… ¿a dónde vamos?
-Esa es la respuesta que estoy esperando. Ya van dos horas de proceso en la máquina.
No cabía duda. El gordo estaba loco. Inofensivo, pero loco. En fin, había sido divertido. Mejor bajarlo de su nube antes de que se vuelva más loco.
-Mira, yo te entiendo. Muy bonito tu plan y todo. Pero hay una objeción. Si anulas todas las opciones contradictorias en tu simulación, la sociedad no avanzaría hacia ningún lado, las fuerzas se cancelan.
-Un sistema cuya salida es cero.
-Como quieras. Pero esto no es así, la sociedad se mueve.
-Es cierto, al darme cuenta de eso consideré dos posibilidades.
Una, estoy loco. Dos, tomo demasiada cafeína.
-¿Qué posibilidades?
-Uno, que hay fuerzas externas al sistema que nos llevan a algún lado. Dos, que hay motivaciones sin contraparte que no se cancelan en el sistema.
-Ajá… ¿y, cuál es la mejor opción?
-Descarté la primera porque, si bien existen esas fuerzas, son aleatorias y en el tiempo deberían empujar hacia todas las direc-ciones y no hacia una en particular. La segunda opción es la más probable.
-Pero, ¿cuáles son esas motivaciones sin contraparte?
-El deseo de saber quién soy y por qué soy. El deseo de trascender al tiempo y a la muerte. El deseo de explicar el universo.
-Las preguntas sin respuesta.
-No importa si esas preguntas tienen respuesta o no; lo im-portante es que existen y generan cosmologías, religiones, gobiernos, filosofías, etc. Es en ese sentido en el cual se mueve la sociedad. Las únicas motivaciones que importan y que no se simplifican en el sistema, las que no dan cero.
-Ajá… ¿y qué hacemos entonces?
-Esperar un momento a que termine de correr la última simulación y veremos hacia dónde se dirige la raza humana.
-¿Esperamos cuánto exactamente?
-Cuatro horas más… creo…
-Estás loco. Me voy.
-Pero, ¿no te interesa saber? ¿No tienes alguna pregunta acerca del futuro que necesite respuesta?
-Claro, claro… Mira –el contador tomó un papel de la mesa y sacó su lapicero del bolsilo- este es mi número de celular. Entonces yo me voy a mi casa a dormir y tú me mandas un mensaje de texto y me cuentas si el planeta se destruye o algo así… ya está, me cuentas sobre la sobrepoblación, tú sabes, los chinos con muchos hijos y eso… me mandas el mensaje y yo lo leo en la mañana. ¿Qué tal?
-Bueno, pero…
-Eso. Muy bien. Buenas noches. ¡Y muchas gracias! Chau.
El contador salió lo más rápido que pudo. Le había caído bien el loquito, pero ya era mucho pedir quedarse cuatro horas. Llegó a su auto y manejó con sueño. Directo a su departamento y a la cama, luego de lavarse los dientes.
Esa noche, el contador durmió profundamente. Tenía mucho sueño y su trabajo del mes estaba terminado.
A la mañana siguiente, mientras manejaba al trabajo se acordó del mensaje de texto en el celular, pero era muy peligroso usar el celular mientras manejaba así que esperó a llegar a la oficina. Decía: “¡Sí!”. Típico. ¿”Sí” qué? La gente de sistemas nunca daba respuestas claras.
Toda la mañana trabajó apurado porque sospechaba que el gordo aparecería por su sitio a interrumpirlo con algo. Pero eso, afortunadamente, no pasó.
A la hora de almuerzo, se sentó en un rincón y comió lo más rápido que pudo, pero no lo vio en la cafetería. Extraño.
A la hora de salida, decidió que era tal vez buena idea buscarlo. Probablemente se había quedado dormido y había descuidado su trabajo.
Fue hasta el cuarto de servidores, pero el gordo no estaba. También habían desaparecido el libro y el dibujo. El contador vio sobre la mesa, un sobre con su nombre. Seguro era una nota que el gordo le había dejado para hacerle perder el tiempo leyéndola a pesar de que no había venido a trabajar o algo así. Y que descaro, dejarlo ahí a la vista de todos. Ahora todos iban a saber que el contador y el gordo se conocían. Lo guardó en su bolsillo y regresó a su sitio a apagar la computadora.
En la puerta de salida preguntó a la persona de seguridad si sabía algo sobre el gordo. No sabía, no lo había visto en ese turno. Revisando las notas del turno anterior encontraron algo. Al parecer el gordo había renunciado en la mañana y se había ido muy rápido sin dar explicaciones.
Sacó el sobre del bolsillo y consideró las posibilidades. Al abrirlo encontró una hoja escrita a mano con letra apurada.
Pensó en las consecuencias.
El contador dobló la hoja en cuatro y la botó al tacho. Luego se subió a su auto y manejó a casa, donde con algo de suerte y con ayuda de la televisión habría olvidado todo para la noche.
Esa madrugada, un limpiador del edificio encontró la nota y la leyó sin entenderla bien. Decía:
“Hola, disculpa el apuro. El programa funciona y no tienes idea las cosas que ahora sé. Estoy volviéndome loco, pensando en lo que se viene.
Ah, tu pregunta fue muy fácil de deducir. El número de per-sonas en la especie crecerá exponencialmente y digamos que no somos muy respetuosos con respecto al medio ambiente. Yo pensé que ya no estábamos creciendo tanto cómo se pensaba hacía unos años. La gente en algunos países tiene pocos hijos o ninguno. Y de rato en rato aparece alguna epidemia para balan-cear las cosas. Pero la simulación muestra otra historia. Al parecer las epidemias las causamos nosotros; el planeta es más sutil, después de todo no tiene ningún apuro.
La simulación predice que los líderes no harán caso y es en-tendible. La fecha tope para llenar el planeta, para crecer por sobre nuestra capacidad de producir recursos, es el año 2010. El colapso llegará sin duda, pero la naturaleza es sabia así que el planeta seguirá con vida.
El planeta, pero no la raza humana.
A menos que actuemos a tiempo.
Me voy a casa, tengo que perfeccionar esta idea, hacer algo para cambiar la forma de pensar de la gente. La inercia más grande no es la resistencia a empezar a moverse, sino la resisten-cia a cambiar de rumbo. Voy a necesitar toda la ayuda posible así que por favor llámame, mi número debe estar en tu celular. Cuídate amigo.”
Esa noche, el contador volvió a dormir muy bien… pero el limpiador no.
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